El 21 de enero de 1793 Luis XVI fue guillotinado. Días después, Francia declaraba la guerra a Inglaterra y Holanda, la Convención decretaba la leva de 300.000 soldados voluntarios y estallaba la guerra civil con el levantamiento de la Vendée. Marat sería asesinado en julio; en ese mismo mes Robespierre sería elegido para dirigir el Comité de Salud Pública. Este es el marco turbulento en el que Victor Hugo sitúa "El noventa y tres". Mezclando la ficción con la realidad histórica, Hugo narra el enfrentamiento de tres hombres: el aristócrata Lantenac, príncipe bretón fiel a la casa real y jefe del ejército insurrecto de la Vendée; su sobrino Gauvain, convertido en jefe militar del ejército republicano; y el sacerdote Cimourdain, devoto revolucionario, enviado por Danton, Marat y Robespierre al frente de batalla como comisario político de la Convención. "El noventa y tres" está muy lejos de ser una novela de tesis, cosa perfectamente comprensible teniendo en cuenta el talante narrativo de su autor. Pero, aún así, a pesar del énfasis que Victor Hugo pone en desarrollar un vigoroso ritmo narrativo, propio de la novela de aventuras, y a pesar de su clara voluntad de evitar cualquier maniqueísmo, una corriente de simpatía por la revolución impregna esta trepidante novela, que sería la última que escribiría Hugo antes de morir en 1885, probablemente bajo la influencia de los sucesos acaecidos durante la insurrección de la Comuna de París.
En 1834 Victor Hugo (1802-1885) contempló la luna a través del telescopio del célebre astrónomo Dominique François Arago, entonces director del Observatorio de París. Casi treinta años después, y en el exilio en la isla anglonormanda de Guernesey, recordó aquella experiencia que le pareció comparable al viaje de Dante guiado por Virgilio. El resultado del recuerdo fue este breve texto. La contemplación de los cielos, leitmotiv que recorre toda su obra, alcanza en El promontorio del sueño (Promontorium somnii es uno de los nombres de las montañas lunares) unas dimensiones inusitadas, generando en su primera parte unas descripciones de paisajes «tachistas» dentro de la más pura abstracción. En la segunda, Hugo crea un texto que puede considerarse un claro precedente de la escritura surrealista. El tema es la imaginación y el sueño, en su relación con la creación y con la locura. Los mitos de la Antigüedad pagana y de la Edad Media le ofrecen la materia para crear un texto de una rara belleza, en el que se encarnan el delirio y la alucinación junto con una lúcida comprensión de la vivencia onírica.
Jean Valjean ha cumplido una condena de casi veinte años por robar comida para su familia. Fuera de la cárcel, la sociedad le margina y no le queda más remedio que seguir robando. Un inesperado encuentro con el obispo Myriel le hará cambiar de actitud y redimirse. A pesar de ello y de adoptar una nueva identidad, la justicia, encarnada en el implacable policía Javert, le obliga a emprender una huida permanente que le llevará a esconderse en conventos y cloacas, y a pasar por los campos de batalla de Waterloo y por las barricadas del París revolucionario de 1832, siempre buscando para sí y para los demás una justicia que le es negada. " Los miserables " , una de las obras clásicas de la literatura universal que se ofrece aquí en una traducción moderna y fidedigna, sin omisiones ni censuras, ha sido llevada al cine en numerosas ocasiones y es la base del mundialmente conocido musical homónimo.
El hombre que ríe es, de todas las novelas de Victor Hugo, la más extraña y la más barroca, tal vez la más precozmente surrealista. Lo es por su decorado nocturno y onírico, por la atención a los fenómenos de la pesadilla y de la videncia, por el gusto por la monstruosidad y la inclinación al humor negro.
Traducció al català de la cèlebre novel·la de Victor Hugo, que ens explica la història de Jean Valjean a la convulsa França de principis de segle XIX.
La lectura como una actividad moral, comprometida con necesidades espirituales de alcanzar la verdad y la sabiduría, motivó a Hugo de San Víctor (1096-1141), filósofo escolástico y teólogo místico; su Didascalicon es el primer libro sobre el arte de la lectura. En el viñedo del texto recoge los ensayos de Ivan Illich, dictados en distintas universidades, y son una reivindicación del libro como objeto esencial para la comprensión de la cultura.
Este libro contiene la segunda parte (volumen 2 de 2) de una de las novelas más famosas de Víctor Hugo, verdadero icono del romanticismo, presentada en una magnífica edición ilustrada. Un relato entre el drama y la epopeya, pintoresco y poético a la vez, llevado por la extraordinaria sensibilidad parisina de su autor. Una sensibilidad compartida por el ilustrador Benjamin Lacombe, que explora en esta obra la época medieval y se deleita ofreciendo su interpretación personal de un imaginario que, en medio del bullicio y los clamores, ha forjado tres personajes de leyenda: Esmeralda, mujer fatal; Frollo, archidiácono maldito; Cuasimodo, jorobado y tuerto, de gran corazón. Y, como telón de fondo, una imponente catedral.
Desde su celda, un condenado a muerte comparte con el lector, hora por hora, minuto a minuto, los últimos momentos de su vida. Para aliviar su intolerable espera, escribe sobre sus vanas esperanzas de ser indultado, su último viaje en furgón o su miedo a enfrentarse a la multitud en la plaza de ejecuciones, pero también sobre el recuerdo de sus últimos paseos por París o la sonrisa de su hija Marie. A través de sus palabras, el condenado anónimo y sin rostro no tarda en convertirse en un hombre de carne y hueso. Publicado en 1829, Último día de un condenado a muerte es un conmovedor alegato contra la pena capital, que Victor Hugo escribióen su lucha por la abolición de las ejecuciones judiciales, convertidas en espectáculo público en Francia tras la Revolución de 1793.
Dos estremecedores documentos políticos del gran novelista francés, sobre la dramática situación de los trabajadores en los comienzos de la revolución industrial.