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Está considerada la obra maestra de Fielding y es una de las primeras y más influyentes novelas inglesas. Fue recibida con gran entusiasmo por el público de la época. Tom Jones es apuesto y gentil, valiente y mujeriego. Es bueno aunque las apariencias le contradicen. Un cuadro de costumbres donde las lacras sociales se encuentran con las mejores apariencias.
"Siempre he creído en el amor como el único fundamento de la felicidad en el matrimonio, y mi opinión es que todos los matrimonios que obedecen a otros motivos son un auténtico crimen." De esta manera condena Fielding la mayoría de enlaces de su época, cuando lo más común era casarse para obtener beneficios económicos o una más alta posición social. En todas sus novelas trata Fielding el tema de la virtud y la constancia en el amor, pero la peculiaridad de "Amelia" en relación a las anteriores ("Tom Jones" y "Joseph Andrews") es que aquí ya no se aborda el problema de la tentación del soltero enamorado sino el de las tentaciones a las que se ven sometidas dos personas que, por amor, han contraído matrimonio. Henry Fielding, junto a su contemporáneo Samuel Richardson, estableció la novela como género dentro de la litetura británica. "Amelia", escrito en 1751, último de los trabajos narrativos de Fielding, se adelanta a lo que será la gran novela inglesa del siglo XIX.
Joseph Andrews es un libro que ha de leerse como quien escucha música y al escucharla busca no tanto dejarse arrastrar por la armonía de los sonidos como percibir con la mente el diseño total que da forma a la composición. Esta novela refleja la vida, introduce la Inglaterra del siglo XVIII y nos descubre el mundo creado por Fielding. De la fórmula poema épico-cómico en prosa que Fielding (1707-1754) elige para encuadrar Joseph Andrews dentro de la tradición literaria clásica, el elemento más significativo es sin duda el adjetivo cómico. A partir de la figura de Don Quijote y con la creación del vicario Adams, Fielding consigue mantener el afecto de los lectores hacia el personaje, a pesar de su absurdo comportamiento, gracias a las virtudes que lo adornan. El autor no hace el menor esfuerzo por pasar inadvertido: no nos ofrece el placer de la simulación de la realidad, sino el espectáculo del arte y de la inteligencia es fructífera conjunción. Quizá lo más destacable de Joseph Andrews sea la presencia de ese narrador que se muestra alternativamente irónico y moralista, que jamás se identifica plenamente con ninguno de los puntos de vista que expone y que se obstina en su independencia sin concedernos otra seguridad que la omnipresencia de su voz.