Cuatro cuentos insólitos de Chesterton, aunque en apariencia contengan las virtualidades literarias de la intriga, eso tan querido por nuestro autor, eso que lo ha convertido en uno de los grandes autores del relato policial de todos los tiempos. Así, en Los árboles del orgullo la broma y la sátira, paradójicamente, no hacen más que ahondar en el misterio que envuelve la desaparición de cierto e importante hombre, a través de todo lo cual se vale Chesterton de una imponente batería cómica para pasar su muy burlesca revista a los poetas, los políticos y, en fin, a los biempensantes en general. En El jardín de humo, la tragedia, siempre ribeteada de comicidad y sátira, envuelve en humo de opio una pugna matrimonial librada entre el esposo, médico, y la esposa, novelista afamada, que concluye en crimen, siendo este cuento, acaso, uno de los mejores que sobre la drogadicción se hayan escrito jamás. En El cinco de espadas, la interesante disquisición filosófica de Chesterton a propósito del duelo y la esgrima, con un asesinato de por medio debido a una intriga de negocios, se resuelve en una historia de amor, no exenta igualmente de comicidad, en la que el narrador parece suscribir eso que después de Freud llamamos el triunfo de Eros sobre Tánatos. La torre de la deslealtad es probablemente uno de los cuentos más raros de Chesterton, pues deja de lado su proverbial claridad, lo directo de su prosa y lo acerado de sus diálogos, para adentrarse por predios oscuros salpicados de perífrasis y digresiones no menos nubosas pero siempre expresivas, e incluso expresionistas, a fin de contar la resolución de unos crímenes mediante un recurso propio no tanto de la literatura fantástica como de la ciencia-ficción, eso en principio tan aparentemente alejado de Chesterton.
Estos ensayos aparecieron originalmente como columnas semanales en el periódico Daily News entre los años 1901 y 1911 y corresponden por lo tanto al mismo periodo de escritura que Enormes minucias y Alarmas y digresiones, dos de sus colecciones de artículos más memorables. Lectura y locura (Lunacy and Letters en su edición inglesa) fue editado por vez primera en 1958, a cargo de la editorial londinense Sheed and Ward. Dada la notable calidad e interés de los trabajos aquí reunidos y su carácter póstumo, la única conjetura posible acerca de su tardía aparición es que G. K. Chesterton nunca tuvo tiempo en vida de releer y preparar para su edición todo lo que había ido escribiendo. Como a todos los escritores verdaderamente grandes, a Chesterton se le puede reconocer en que no hay escrito suyo, por menor que sea, en el que no esté él por entero o, como decía Borges, su mayor defensor, no hay una página suya que no nos depare alguna felicidad. Lectura y Locura, vertida ahora por vez primera al castellano, pese a sus muy incompletas Obras completas, es una rotunda y vertiginosa prueba de ello. A.L.
GILBERT KEITH CHESTERTON (1874-1936) ejemplifica como pocos la idea común ?y por tanto quizá descabellada? del escritor como individuo genial. Hombre de genio y de talento incluso desmesurado, su obra ?la apreciación será de Borges? «no encierra una sola página que no ofrezca una felicidad». [?] En 1908, cuando su autor contaba treinta y cuatro años, se publicó El hombre que fue Jueves (Pesadilla) [?] una novela acogida a los esquemas de las historias de policías y malhechores, pero acogida asimismo a una fórmula de fantasía que sólo mantiene en común con las tramas policiales sus signos externos: El hombre que fue Jueves es ?como señaló Reyes? una novela de índole metafísica? siempre que por metafísica no quiera entenderse un sufrido y sesudo argumento, pues si algo caracteriza a esta novela es su sentido trepidante de la acción: una acción, sí, metafísica, especulativa y en gran medida abstracta, pero acción indudable. Narración de ritmo preciso y vertiginoso, El hombre que fue Jueves constituye un ejemplo de relato como pieza de relojería: cada acción, cada página, cada detalle en sus justos tiempo y medida. [?] Hay que aprender a leer a Chesterton: ir reteniendo sus claves, sus trucos, su vertiginoso ritmo conceptual. De ese modo, su obra, de apariencia tan disparatada, se convierte en un perfecto silogismo; su exuberante imaginación, en un calculado juego de espejos; su sentido extravagante y mágico de la realidad, en una reveladora y matemática realidad. [?] Porque Chesterton representa, desde luego, una vasta y fascinante literatura, pero también una idea ?muy particular, muy especial? de la literatura. (Del prólogo de Felipe Benítez Reyes)
Gilbert K. Chesterton (Londres, 1874-Beaconsfield, 1936), el gran escritor inglés, destacó en todos los géneros literarios, especialmente en el menos convencional y menos cerrado (tal como convenía a su peculiarísima personalidad humana y artística), el ensayo, lo que en su caso no es sino hablar de periodismo. Porque el siempre polémico y polemista Chesterton fue sobre todo, durante toda su vida, un periodista, es decir un hombre curioso y apasionado para quien no había asunto que no pudiera o no debiera ser tema de discusión (no hay cosas sin interés. Tan sólo personas incapaces de interesarse es una de sus frases o, lo que es casi lo mismo, de sus paradojas). El color de España y otros ensayos, inédito hasta ahora entre nosotros, lleva por título en su primera edición inglesa The Glass Walking-Stick and other essays (1955) y es una buena muestra de esa universal curiosidad presente siempre en Chesterton y de su originalísima, peleona y buenhumorada visión del mundo. Para disfrutar plenamente de GKC no hace falta ser católico ni conservador ni antidivorcista como él lo fue sino más bien al contrario, aunque no sea nada desdeñable su más que reconocido poder de persuasión, pero sí es recomendable, y aun puede que imprescindible, una cierta pasión por la literatura (Hay que estar loco por algo para no volverse completamente loco) y una cierta devoción por las formas más juguetonas de la inteligencia (La mediocridad, posiblemente, consiste en estar delante de la grandeza y no darse cuenta).
Las biografías de los grandes artistas siempre han sido mejores cuando son narradas desde la óptica de una inteligencia de igual o superior magnitud. En este caso, es todo un lujo, que hoy podamos disfrutar de la mirada que, un inglés decente como Chesterton, dedicó a una enigmática y casi sobrenatural figura como ha sido y será la de William Blake. Digamos que este libro son dos libros en uno, pues a él se pueden acercar no sólo los admiradores de Blake sino también los habituales lectores de las peripecias del famoso sacerdote y detective Padre Brown. Porque tan importante es el aquí ensayado como el ensayista, el biografiado como el biógrafo. Aparece esta excelente traducción hasta ahora inédita en nuestro idioma coincidiendo con la celebración a nivel mundial del 250 aniversario del nacimiento de William Blake. De la voz de Chesterton repasaremos con serenidad los datos y las anécdotas que envolvieron la vida de William Blake, abarcando sus diferentes facetas, tanto como pintor, poeta, grabador o como figura que atacó a las normas de la decencia común. Y precisamente, el tema de la cuestionada locura en la figura de Blake es abordado y analizado por Chesterton con suma tranquilidad y con lucidez deslumbrante. No era menos de esperar que, un hombre con tan fuertes inquietudes religiosas como Chesterton, fuera capaz de superar los primeros juicios superficiales que pueden causar a priori el conocimiento de las extrañas maneras de comportarse de este místico y genial artista. Por eso, dependerá de lo que entendamos por «locura» para comprender el misticismo del Blake que nos presenta Chesterton, quien afirma rotundamente que «Blake no estaba loco. Blake fue uno de los hombres más coherentes, tanto en la teoría como en la práctica, que jamás vivieron sobre la tierra. Blake pudo estar profundamente equivocado, pero jamás tuvo lo más mínimo de irrazonable», pues el loco es el hombre que lo ha perdido todo, menos la razón.
G. K. Chesterton no necesita presentación en España. Narrador universal, el polemista hace tiempo que resulta difícil encontrarlo en librerías, mientras el poeta apenas está traducido entre nosotros. Sin embargo, su poesía es la puerta de entrada al resto de su obra. Cuando Chesterton necesita explicar su idea del mundo, recurre con frecuencia a sus propios versos y sus dos novelas más reconocidas se inician con sendos poemas introductorios. Chesterton es un poeta vitalista y activo, que canta a Dios, a la naturaleza y a los hombres con optimismo y jovialidad. Como señala Auden, todos sus poemas de amor son un hallazgo. La presente traducción da muestra de todas esas facetas líricas. Ha sido hecha por poetas españoles de muy diversa condición, edad y obra literaria. La poesía de Chesterton, que tiene algo de coral, ha sido interpretada por cada poeta procurando no desentonar del coro.
Se trata de un libro con espíritu polémico, en el que los temas abordados nos presentan, en un clarísimo panorama, la lúcida postura de un hombre de fe ante el mundo que le tocó vivir. Lo notable, en este caso, es la absoluta vigencia de sus palabras.
Gilbert Keith Chesterton (1874-1936), creador del inmortal detective Padre Brown, dedicó parte de su prolífica carrera literaria al relato policial, con narraciones en las que, según Borges, no se encontraba una sola página que no contuviera una felicidad. La colección de bolsillo El Club Diógenes reúne buena parte de estos relatos policiacos en dos volúmenes: Las paradojas de Mr. Pond (CD 101) y El hombre que sabía demasiado (CD 111). El poeta y los lunáticos (1929), aunque se presenta como una novela, en realidad está concebida como una sucesión de episodios que se entrelazan, en los que un loco, el poeta y pintor Gabriel Gale, pone a prueba su increíble capacidad para captar la importancia de detalles que permanecen ocultos o apenas visibles a los ojos de los demás. Las técnicas deductivas que emplea el excéntrico Gale para resolver un crimen o anticiparse al delito sorprenderán al lector por la originalidad de sus planteamientos policiales, y también por el sentido del humor que pone en ellos la acerada pluma de Chesterton. En algunos pasajes de El poeta y los lunáticos, Chesterton hace evidentes referencias y críticas mordaces, apenas disimuladas, a políticos e intelectuales de su tiempo, contraponiendo, en una más de sus queridas paradojas, la locura clarividente y genial de Gabriel Gale a la supuesta cordura de personajes públicos, que en muchas ocasiones se confunde con la estupidez.
Esta obra ha sido calificada de 'libro de fuego', pues une a las cualidades del mejor estilo polémico de su autor, la ternura y la imaginación de su más inspirada lírica. En esta original biografía, Chesterton procura desvanecer los prejuicios del escéptico, que se siente atraído por el Poverello, mas quisiera despojarlo de su aureola de santidad; evoca el marco del siglo XIII, en que se desarrolló la trascendente misión franciscana, y analiza el carácter positivo y luminoso de aquel espíritu, cifra de lo más noble y cimero del alma medieval. Es el primer estudio que escribió Gilbert Keith Chesterton, el celebrado poeta y agudísimo novelista y pensador inglés (1874-1936), después de su conversión al catolicismo
El presente volumen reúne los mejores cuentos de Chesterton aparecidos en prensa y nunca publicados como libro, desde 1890, cuando era alumno de la St Paul School, y reflejan la predilección adolescente de Chesterton hacia los horrores y las pesadillas, «porque nada hay tan delicioso como una pesadilla, cuando se sabe que es una pesadilla...» También se han incluido las fábulas publicadas en la sección «Principios» de su propia revista, G.K.?s Weekly, a finales de los años veinte. A quien no esté familiarizado con la obra de Chesterton, tal vez le resulten esclarecedoras estas palabras de Borges, uno de sus más ilustres admiradores: «Chesterton nos habla de un muerto que descubre en el paraíso que los espíritus de los coros angélicos tienen sin fin su misma cara; habla de una cárcel de espejos; habla de un laberinto sin centro; habla de un hombre devorado por autómatas de metal; habla de un árbol que devora a los pájaros y que en lugar de hojas da plumas... Chesterton se defendió de ser Edgar Allan Poe o Franz Kafka, aunque algo en el barro de su yo propendía a la pesadilla, algo secreto, y ciego y central...»
«SHAW espoleó a Chesterton para que escribiera Magia, [que será publicado próximamente en esta misma colección] que obtuvo un notable éxito. Lo que sigue siendo un misterio es por qué no logró ser aún más exitosa. Y es un misterio aún mayor por qué no escribió más teatro. Pero el mayor misterio de todos es por qué las obras teatrales que escribió no son grandes éxitos y piezas indispensables del repertorio dramático de la actualidad. Por ejemplo, El juicio del Dr. Johnson. Lo tiene todo. Un diálogo ingenioso, alto drama y personajes históricos de gran interés. Incluso posee el interés añadido de tener como personaje principal a la figura literaria con la que más se ha comparado al propio Chesterton: el Dr. Samuel Johnson. ¿Por qué no fue un gran éxito? ¿Por qué no sigue siendo un gran éxito? No tengo respuestas.» (Del prólogo de DALE AHLQUIST)
MAGIA, pieza teatral que Chesterton escribió a partir de un relato que hoy anda perdido, se estrenó en noviembre de 1913 en el Little Theatre de Londres. La obra entonces alcanzó las 165 representaciones. Bernard Shaw fue sin duda el principal impulsor para que Chesterton se decidiera a escribir teatro y fue quien posteriormente lo elogió hasta el punto de situar a su amigo dentro de la tradición prestigiosa de Shakespeare. En Magia, en palabras de Felipe Benítez Reyes, encontramos a un Chesterton en toda la pureza de su método: un arranque misterioso, el desenmascaramiento, digamos, de ese falso misterio, una situación trivial, y de repente, el ascenso a un mundo especulativo, abstracto y paradójico en el que se enredan los dogmas y las dudas, la esencia y la apariencia, lo real y lo extraordinario, de modo que la trama se aleja de la linealidad y deriva en espiral, con todas las asimetrías de un discurso que crece en torno a sí mismo satisfecho de sí mismo, orgulloso de su poder. Desde el principio de la obra las palabras comienzan a tejer una tela de araña, territorio verbal, donde van quedando atrapados los sofismas, las tergiversaciones y los sinsentidos, los axiomas paradójicos, todo lo que siempre y sólo es ya propio y único de Chesterton.
LA COSA Y OTROS ARTÍCULOS DE FE recoge los mejores artículos de The Thing, que Gilbert Keith Chesterton publicó en 1929, siete años después de su conversión; y además se amplía con otros artículos periodísticos que, por el tema y por su tratamiento, bien podrían haberse incluido en aquel libro apologético. Aunque son artículos del primer tercio del siglo XX y aunque aparecieron previamente en prensa, siguen siendo de una indudable actualidad. Y lo serán siempre: no en vano tratan de la fe, esto es, de la eternidad. Y al mismo tiempo de cómo esa fe se convierte en razón para explicar el mundo. Más que de artículos sobre la fe, se podría hablar de artículos bajo la fe o de artículos de fe. En estas páginas encontraremos, por tanto, el fundamento y los razonamientos que le llevaron a vivir de forma tan apasionante su conversión al catolicismo. Chesterton, apoyándose en la filosofía perenne con un pie y en el sentido común con otro, ha resistido el empujón del paso del tiempo. Entre las innumerables paradojas chestertonianas, está Chesterton, periodista eterno. El deseo de los traductores, Aurora Rice y Enrique García-Máiquez, es que la presente edición no sólo agrade al lector, sino que le anime a seguir explorando la obra de Chesterton, inabarcable como él mismo. La tarea de seleccionar sus artículos viene a ser algo así como pasear por la campiña (inglesa) cogiendo flores para un ramillete: se elige esto con entusiasmo y se deja aquello con resignación, sabiendo que ?otra paradoja? si miras lo escogido, habrás acertado del todo y, si miras lo no elegido, te lamentarás. Siempre se podría hacer otra selección extraordinaria; pero la hecha siempre es extraordinaria. Cosas de Chesterton?, que nunca le agradeceremos bastante.
LAS biografías de los grandes artistas siempre han sido mejores cuando son narradas desde la óptica de una inteligencia de igual o superior magnitud. En este caso, es todo un lujo la aparición de esta excelente traducción, hasta ahora inédita en nuestra lengua, que un inglés tan universal como Chesterton dedicó a una enigmática y casi sobrenatural figura como ha sido y será la de William Blake. Digamos que este libro son dos libros en uno, pues a él se pueden acercar no sólo los admiradores de Blake sino también los habituales lectores de las peripecias del famoso sacerdote y detective Padre Brown. Porque tan importante es el aquí ensayado como el ensayista, el biografiado como el biógrafo. De la voz de Chesterton repasaremos con serenidad los datos y las anécdotas que envolvieron la vida de William Blake, abarcando sus diferentes facetas, tanto como pintor, poeta, grabador o como figura que atacó a las normas de la decencia común. Y precisamente, el tema de la cuestionada locura en la figura de Blake es abordado y analizado por Chesterton con suma tranquilidad y con lucidez deslumbrante. No era menos de esperar que, un hombre con tan fuertes inquietudes religiosas como Chesterton, fuera capaz de superar los primeros juicios superficiales que pueden causar a priori el conocimiento de las extrañas maneras de este místico y genial artista. Por eso, dependerá de lo que entendamos por «locura» para comprender el misticismo del Blake que nos presenta Chesterton, quien afirma rotundamente que «Blake no estaba loco. Blake fue uno de los hombres más coherentes, tanto en la teoría como en la práctica, que jamás vivieron sobre la tierra. Blake pudo estar profundamente equivocado, pero jamás tuvo lo más mínimo de irrazonable», pues el loco es el hombre que lo ha perdido todo, menos la razón.