La publicación de los cinco volúmenes de La vida de la razón entre 1905 y 1906 abre uno de los grandes momentos filosóficos del pensador George Santayana. Esta obra, que surge en el contexto del pragmatismo, fue considerada como una invitación vitalista a la acción y saludada con entusiasmo, erigiéndose en un tratado de referencia para los jóvenes coetáneos. El propio autor la define como una " historia sumaria de la imaginación humana " , en la que se realiza un examen de la civilización mediante una evaluación del pasado y a través de un análisis de las funciones del sentido común, sociedad, religión, arte y ciencia en la estructura de una cultura basada en la razón. El tratado de Santayana anticipa enfoques y análisis que hoy forman parte de nuestra agenda común. Combinando tanto la perspectiva moral como la aproximación histórica, aquí se encuentran frases tan celebradas como " los que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo " . En esta edición, el texto abreviado de Santayana va precedido de una detallada introducción, con abundantes notas y una bibliografía seleccionada. También se ofrece al final un compendio de juicios y opiniones sobre el autor, así como algunas máximas y aforismos que jalonan todo su discurso.
Los Soliloquios fueron escritos por George Santayana entre 1914 y 1921, y pueden leerse de forma independiente, aunque unos llevan a otros. Su estilo empuja suavemente al lector, como el Támesis invocado al comienzo, desde la atmósfera inglesa hasta el mito de Hermes, deteniéndose en los castillos de nubes, en los esnobs, en los efectos de la Gran Guerra, en las ironías del liberalismo o en las oscilaciones de la filosofía británica. Platón y Aristóteles, Matthew Arnold y William Wordsworth, Goethe y Shakespeare, el pensamiento hindú y la mitología griega, el paisaje castellano y la literatura española, el psicoanálisis y la nueva física adornan este recorrido. Atrapado en Oxford por el estallido de la guerra, pero sin verse implicado en ella dada su ciudadanía española, Santayana pasea, lee a Dickens y medita sobre Inglaterra, el mundo y sus ilusiones. Teje así un impresionante tapiz donde se entrecruzan referencias a España y Alemania, a la muerte y a la posible revolución. Con su característica escritura a varias voces, Santayana desvela a la vez el carácter británico y su propio hombre interior en un libro intemporal. El tono de estos Soliloquios lo indica el mismo Santayana en el prólogo cuando afirma que él sería el primero «en detestar su palabrería si no fuera por cierta felicidad espiritual que parece alentarlos y redimir su irrelevancia».
Este inspirado ensayo, escrito en Cortina dAmpezzo en el verano de 1926, ofrece la propuesta de vida espiritual coherente con la concepción que tiene Santayana de la filosofía como forma de vida. Platón, Plotino, Aristóteles, el hinduismo y el cristianismo son entretejidos en unas páginas que dibujan el particular acercamiento de su autor a lo espiritual desde el naturalismo, uniendo ambos extremos con férrea lógica. En un riguroso y concentrado estilo, propio del que ha bebido de la fuente misma de la experiencia, Santayana ofrece un texto luminoso que apela a lo que es universal, atemporal y «ahumano» en el hombre. Ahora, ochenta años después, se ofrece su primera traducción al español.
Jorge Santayana explora a fondo en este brillante ensayo el problema del valor filosófico de la literatura. En él analiza y compara tres grandes obras de la literatura occidental que están saturadas de filosofía. El poema de Lucrecio De la naturaleza de las cosas, la Divina comedia de Dante y el Fausto de Goethe son los tres monumentos literarios seleccionados por Santayana. Cada uno de ellos representa el modo de pensar y la filosofía de una época, de manera que las tres " en conjunto constituyen un resumen de toda la filosofía europea. " Con su poema De la naturaleza de las cosas, Lucrecio representa el modo de pensar del mundo antiguo grecorromano y de los grandes genios que protagonizaron la revolución científica y la exaltación de la libertad del Renacimiento y la Edad Moderna. Dante simboliza con su Divina comedia el modo de pensar del mundo medieval y cristiano. Y el Fausto de Goethe refleja la exaltación de la voluntad y el sentimiento y el afán de infinito que es típico a la vez del protestantismo, del desarrollo de la industria moderna y del romanticismo. Este ensayo recoge el texto de una serie de conferencias pronunciadas por Santayana en California, poco antes de que su autor, ya maduro, decidiera abandonar los Estados Unidos para vivir en Europa. Debemos la presente versión castellana a la pluma de otro pensador español, José Ferrater Mora, quien la realizó en su juventud, recién exiliado tras la guerra civil.
En este libro, último publicado en vida por Santayana, nos brinda su autor "una visión completa de la vida humana y la política". Es la obra maestra de una gran creador en su vejez, como lo fueron el segundo Fausto de Goethe, la Novena Sinfonía de Beethoven o las Leyes de Platón. La sabiduría honda y la nietzscheana ironía de Santayana alcanzan aquí sus mayores cotas. "Dominaciones" y "Potestades" son nombres bíblicos que designaban familias de ángeles atentos a los asuntos humanos. Santayana emplea esos nombres para referirse simbólicamente a los poderes de este mundo, maléficos (Dominaciones) cuando son adversos y benéficos (Potestades) cuando son favorables al desarrollo de la vida. A diferencia de Ortega y la filosofía alemana, Santayana instala al hombre en el corazón de la materia y le sigue así los pasos desde la familia y la tribu en la jungla, a través de guerras, conquistas y colonizaciones. Con el surgimiento de las naciones modernas y el desarrollo civil de la sociedad, el comercio, las artes y las ciencias, tiene lugar la emergencia del ideal democrático, plasmado en la inmortal frase de Lincoln "gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo". Sobre la profundización de ese ideal y sobre el problema de la difícil paz subsiguiente a la victoria de los alidados en la Segunda Guerra Mundial versan finalmente estas deslumbrantes meditaciones de Santayana.
Cuando la religión se encuentra entre la Escila del fanatismo y la Caribdis de verse sustituida por la ciencia y la filosofía, es oportuno volver la vista a la figura del filósofo poeta que fue George Santayana. Enfrentado él mismo a la crisis religiosa propia de la juventud y del auge del positivismo en el siglo xix, nunca dudó sin embargo de la naturalidad del impulso religioso. De ahí que, cuando el crítico norteamericano Logan Pearsall Smith decide, en 1920, presentar al público inglés una antología de la ya extensa obra de Santayana, no ha de extrañar que uno de sus apartados fueran estos Pequeños ensayos sobre religión. Con la intensidad y amenidad que caracterizan toda antología, Santayana ofrece en estos veintidós ensayos otras tantas perspectivas sobre la religión. Buen conocedor de las culturas latina y anglosajona, ejerce de católico entre protestantes y de protestante entre católicos, emulando a su admirado Hermes. Establece así un diálogo entre religión y filosofía que representa una de las posturas intemporales y, por eso, plenamente actual, en una cuestión nunca cerrada del todo. No pudiendo ser agnóstico, puesto que él no tenía dudas en el asunto, ni creyente, puesto que, para él, Dios es poesía, Santayana es el escéptico más abierto al mensaje religioso y más comprensivo con su impulso íntimo. Este libro, brillante ejercicio de ironía y de lucidez extrema, ofrece un antídoto contra todo fundamentalismo, mostrando el papel que un discurso racional bien temperado puede jugar en la relación entre filosofía y religión.
Este libro se recomienda a sí mismo y no necesita que lo ampare ningún reclamo coyuntural. Es uno de los más interesantes, originales y profundos, sin sombra de pedantería, de cuantos ha producido el pensamiento español de nuestro siglo, y cuando termine de leerlo compartirá esta opinión. ¿De qué asunto trata? El limbo es, según una tradición cristiana, el lugar donde las almas de no bautizados sufren sin tormento la privación de la gloria. Si la filosofía es, como alguna vez escribió Bertrand Russell, una especia de tierra de nadie entre el suelo firme de la ciencia y el invisible cielo de la religión, ¿por qué no elegir ese lugar legendario como adecuado teatro de discusión entre filósofos, o sus almas, acerca de lo divino y lo humano?
Concebida como antesala de «Los reinos del ser», sistematización en clave ontológica de su pensamiento, «Escepticismo y fe animal» posiblemente sea la obra filosófica más lograda de Santayana. La crítica del conocimiento empresa que abarca el arco completo de la filosofía moderna, desde Descartes hasta Kant y Fichte es sometida aquí a un reexamen radical que removerá sus cimientos y trastocará profundamente sus resultados. Santayana nos embarca en un auténtico viaje al fin de la duda, de ribetes casi suicidas, con el fin de poner a prueba nuestras pretensiones de conocimiento. Nada, ni siquiera el «cogito» cartesiano, resistirá los embates de este escepticismo implacable. Se trata de un viaje sin retorno: del escepticismo ya nunca se puede volver. Pero y aquí Santayana inaugura un argumento del que algunos comentaristas han creído ver ecos en autores más recientes en el escepticismo tampoco es posible instalarse: cumplido su cometido como fase necesaria de la reflexión, percibimos también su falta de consistencia y su insustancialidad última. Recorrido con honradez, el «via crucis» escéptico es sólo un medio para deshacerse del idealismo epistemológico y abrazar el naturalismo de la fe animal como límite infranqueable para toda crítica del conocimiento.
La edición incluye, junto a las secciones habituales, dos apéndices que recogen textos complementarios de Santayana, y también una de las primeras reacciones contra su interpretación del pensamiento alemán. En su respuesta, Santayana descubre la conexión entre El egotismo y su obra más técnica Escepticismo y fe animal. Autor: SANTAYANA, GEORGE Filósofo, ensayista, poeta y novelista hispano-estadounidense.A pesar de ser ciudadano español, Santayana creció y se formó en Estados Unidos. A los 48 años dejó de enseñar en la universidad de Harvard y nunca más volvió a los Estados Unidos.