En un majestuoso castillo sobre una montaña habita Irene, la princesa huérfana, que espera cada día el regreso de su padre de un país lejano. Bajo la montaña, los mineros excavan sus galerías para sacar a la luz las riquezas profundas de la tierra. Pero el subsuelo también está habitado por seres inquietantes que odian la luz del sol y desprecian a la raza humana: son los trasgos, astutos y pérfidos, de cabeza pétrea, escasa estatura y pie vulnerable. En su tortuosa asamblea traman una gran injusticia: destruir a los mineros y raptar a Irene para entregarla en matrimonio al repulsivo Harelip, su príncipe. Ni siquiera los esfuerzos de Curdie, el audaz y soñador minero, podrían impedir que se cumplieran sus tenebrosos planes, si no fuera porque desde el torreón del castillo desciende sobre Irene una misteriosa protección...
En este libro, continuación de La princesa y los trasgos (Siruela, 1995), la princesita huérfana Irene se ha marchado con su padre el rey para vivir en la corte de Gwyntystorm. Pero allí las cosas no van nada bien. Por su parte, Curdie, ha decidido olvidar de una vez por todas el mundo sobrenatural del pasado. Pero la enigmática gran-más-que-abuela le cuenta que ciertos cortesanos de Gwyntystorm se están convirtiendo en bestias, y le concede el don de adivinar, con tan sólo dar la mano, cuándo una persona es humana o bestia. Así es como, acompañado de una extraña criatura mitad perro mitad oso polar, emprende el viaje hacia la corte, donde desempeñará una misión muy especial.
En este libro, joya exquisita de la literatura victoriana, encontrará el lector algunas de las más admirables historias que sobre hadas, duendes, gnomos y demás criaturas feéricas se han escrito. Son las hadas creaciones de la fantasía, pero también restos de las antiguas divinidades y, sobre todo, sustancias del alma venidas para dar nombre a las inquietudes de la infancia, esa edad misteriosa cuyos recuerdos agitan todavía el agua del espejo y mueven las cortinas del dormitorio. Se reúnen en esta antología obras de algunos de los más grandes autores de la era victoriana: John Ruskin, Lucy Lane Clifford, Mary de Morgan, Maggie Browne, Mark Lemon, George MacDonald y Christina Rossetti. Para ilustrar sus textos se han escogido imágenes de los mejores ilustradores de la época. En su introducción, Jonathan Cott estudia los cuentos desde una perspectiva histórica, explora sus dimensiones espirituales y psicológicas y afirma que fueron estos autores quienes lograron devolver a la literatura inglesa la sabiduría telúrica y animista que la tendencia dominante de la cultura victoriana se empeñaba en denostar.
Diamante vive en el Londres victoriano junto a su familia en condiciones muy precarias. Un día, decide tapar los agujeros de la pared que hay detrás de su cama con heno para evitar que entre aire frío. Enfadado, el Viento del Norte, transformado en una hermosa dama, lo visita para reprenderlo. Pero se hacen amigos y Viento del Norte decide que el joven lo acompañe en un viaje en el que vivirán increíbles aventuras y Diamante aprenderá cosas sobre el bien, la generosidad y el destino. Más allá del viento de norte es una obra maestra de la literatura fantástica e infantil. George MacDonald es el padre de la fantasía moderna. Fue el mentor de Lewis Carroll y C. S. Lewis y J. R. R. Tolkien lo consideraron un maestro.