Cuando el humilde contable Arnolph Arquíloco reúne en su particular ordenación moral del mundo a todas las personalidades que él considera como indiscutibles modelos éticos (el presidente de la nación, el obispo de los neopresbiterianos primitivos, el jefe de la empresa en que trabaja?), no puede ni imaginar el cambio radical que un anuncio en la prensa está a punto de provocar en su mediocre existencia. Y es que si el simple y escueto «Griego busca griega» insertado en la sección de contactos matrimoniales le proporciona a una estupenda joven, de repente esta nueva relación le abrirá también las puertas de un modo inalcanzable una horas antes. Sorprendentemente ascendido a director general de industrias Petit Päyssan, y poco después nombrado secretario mundial de la Iglesia neopresbiteriana primitiva, Arquíloco se codeará, a partir de este momento, con todos sus modelos éticos, y pasará, sin saber muy bien cómo, a ser él mismo un pilar de la sociedad.
Muy escasos son al principio, los indicios de los que puede disponer el lector sobre este asunto criminal. Tampoco el comisario Bärlach, paladín contemporáneo de antiguos valores que no vacila en emplear medios ilícitos para que triunfe lo que él considera el Bien, sabe con precisión qué ocurre, y su apatía es sin duda tan inexplicable como su obstinación. No obstante, sabe adónde va y tiene su propia idea de justicia y de cómo administrarla. Los hechos, que se desarrollan prácticamente según la irresistible tentación del comisario de ajustarlos a su propia concepción de la Verdad, irán conduciéndonos hacia un desenlace inesperadamente cruel. Esta es la primera novela policiaca de Dürrenmatt y en ella ya se aprecia su maestría en mezclar sátira, ironía, observación, pensamientos e imaginación en una historia aparentemente anodina, como las que podrían ocurrirle a cualquier hijo de vecino?
"El túnel" narra la historia de un joven que, como todas las semanas, coge el tren que le llevará a su universidad. Pero el trayecto que está a punto de iniciar no será ni mucho menos un viaje habitual. Cuando el vagón se adentra en un túnel que se alarga oscureciendo su entorno inusualmente, el joven cae en la cuenta de que las vías van inclinándose cada vez más, como precipitando al protagonista y a los demás pasajeros, aparentemente ajenos a lo extraño de la situación, al centro de la Tierra.
Mientras acompaña al aeropuerto a un ministro inglés, el consejero cantonal Kohler detiene el coche oficial frente a un restaurante, baja, atraviesa la sala llena de gente y, de un tiro, mata al profesor Winter, un aburrido humanista. Todos lo ven, caben pocas dudas acerca de quién es el asesino. Sin embargo, Isaak Kohler no sólo no huye, sino que, aquella misma noche acude a un concierto donde al fin se atreven a detenerle. Es condenado a veinte años. Pero Kohler, un hombre culto, riquísimo y maquiavélico jugador de billar, no vacila en apelar a un joven abogado en apuros para encargarle la revisión de su caso a partir de la hipótesis de que él no es culpable. De hecho, los testigos visuales se contradicen, jamás se ha encontrado la pistola y no hubo hecho confesado ; tan sólo un asesinato sin motivo. El resultado es un inquietante laberinto de enigmas donde la lógica queda malparada, la verdad y la mentira se confunden y la justicia se asemeja peligrosamente a una farsa.
Friedrich Dürrenmatt, en sus diversas facetas de dramaturgo, ensayista y novelista, ha visitado con frecuencia nuestro catálogo. Y, en más de una ocasión, como autor de novelas «negras», género en el cual ha sido un maestro y que le ha permitido ahondar en el alma contradictoria de jueces y criminales. En La sospecha, publicada por primera vez en 1951, un año después de El juez y su verdugo, Dürrenmatt vuelve a dar vida al obstinado paladín contemporáneo de antiguos valores, el comisario Bärlach, esta vez ya jubilado y enfermo. Pero no por ello flaqueará su pertinaz necesidad de cumplir con la obligación moral de luchar por un mundo mejor, incluso con ese cuerpo lastimoso consumido por el cáncer. No se trata en La sospecha de descubrir quién es el asesino, sino de saber si el comisario Bärlach conseguirá salir ?y cómo? de la trampa en la que ha caído. Tras una operación quirúrgica, que tal vez le alargue un poco más la vida, Bärlach, en su lecho de hospital, lee simbólicamente la revista Life. Una fotografía despierta en su médico la sospecha de que el tristemente célebre doctor Nehle, que practicaba operaciones sin anestesia en el campo de concentración de Stutthof, no es otro que el doctor Emmenberger, director de una clínica privada en Zurich. A partir de ese momento, Bärlach, que tendría todo el derecho de gozar tranquilamente del año que le queda de vida, emprende una arriesgada investigación que le conducirá, a través de una alucinante trayectoria poblada de monstruos, a un desenlace que él jamás pudo imaginar.
Una vieja dama, convertida en multimillonaria, regresa un día al pueblo del que se vio obligada a marcharse hace más de cuarenta años. Ha vuelto para vengarse de un hombre que, en su juventud, la abandonó con una hija y la condenó al arroyo. Prostituta, esposa y luego viuda de un millonario armenio que le deja una inmensa fortuna, lo único que reclama ahora esta vieja dama es justicia, y para ello no dudará en emplear el sacrosanto poder del dinero.Escrita en 1955, La visita de la vieja dama se estrenó en enero del siguiente año en Schauspielhaus de Zurich, y obtuvo enseguida un enorme éxito de público y crítica. En 1964 se rodó su versión cinematográfica, interpretada por Ingrid Bergman y Anthony Quinn. Hoy ya es un clásico del teatrocontemporáneo, y se ha convertido para su autor en lo que Esperando a Godot (Fábula 26) es para Samuel Beckett.