" Cartas a Milena " reúne la correspondencia que entre 1920 y 1922 Franz Kafka (1883-1924) dirigió a Milena Jesenská, mujer de temperamento excepcional residente en Viena, con quien trabó conocimiento a raíz de su voluntad de traducir al checo dos de sus relatos. A través de ella asistimos al nacimiento de un amor tan violento como distante -fue esencialmente epistolar-, con una vacilante cima en un encuentro de cuatro días en Viena en 1921 y su posterior frustración y enfriamiento. Una historia de amor, en suma, que revela de forma excepcional la sensibilidad e intimidad emocional del autor de " La metamorfosis " . Esta nueva edición, basada en la definitiva alemana de 1983, incluye, además de los numerosos pasajes suprimidos en su día por Willy Haas (primer editor de las cartas), una ordenación cronológica más certera, la necrológica que Milena escribió a la muerte de Kafka, así como ocho cartas que le dirigió a Max Brod y que contribuyen a perfilar la imagen de la destinataria de esta correspondencia. Traducción e introducción de Carmen Gauger
Víctor Hugo publicó El jorobado de Notre - Dame en marzo de 1831 en dos volúmenes. Es la obra más representativa de la gran narrativa romántica, verdadero relato gótico en que revive una Edad Media pintoresca y fascinante, de clima intenso. Son sus pe
Franz Kafka (Praga, 1883 ? Kierling, Austria, 1924), nacido en el seno de una familia judía, se doctoró en derecho en 1906, tras lo cual trabajó durante años como funcionario en el Instituto de Seguros de Accidentes de Trabajo de Praga, actividad que compaginó con la escritura. En vida publicó únicamente relatos, entre ellos La condena (1913), El fogonero (1913)?ambos publicados en Acantilado? y La transformación (1915). Sus célebres novelas?El desaparecido (1927), El proceso (1925) y El castillo (1926)?vieron la luz póstumamente, y contribuyeron a la consolidación del prestigio del escritor, hoy reconocido como fundamental de la literatura del siglo xx.
´El fogonero´, que apareció como libro independiente en mayo de 1913, terminó por ser el primer capítulo de ´América´ o ´El desaparecido´, inacabada y póstuma novela de Kafka. Más allá de los avatares de gestación y difusión, frecuentes en casi toda la ob
Entre el 20 de septiembre de 1912 y el 16 de octubre de 1917 Franz Kafka escribió las más de quinientas cartas que componen este libro. Fueron dirigidas a la mujer con la que, tal cual era a veces su convicción, quería casarse, con la que se prometió en dos ocasiones y con la que rompió en otras tantas. Las escribe un joven Kafka que se debate entre dos pasiones: el amor por Felice y su entrega al oficio de escritor. «Últimamente he visto con asombro de qué manera se halla usted ligada íntimamente a mi trabajo literario», escribe en una de ellas el autor checo, y a lo largo de estas apasionadas y apasionantes páginas seremos testigos privilegiados del proceso de creación de sus principales obras. Además, nos sitúan en un tiempo y en un espacio: la Praga de Kafka, su casa y su trabajo, su familia y, especialmente, sus lecturas: «Siento como parientes consanguíneos míos a Grillparzer, Dostoyevski, Kleist y Flaubert [...] solamente Dostoyevski se casó, y quizás solo Kleist, cuando, bajo la presión de aflicciones externas e internas, se pegó un pistoletazo junto al Wannsee, encontró la salida que necesitaba». ««Las Cartas están llenas de temor, indecisión, desvalimiento y, en primer término, inconcebibles dosis de intimidad. Nadie se ha desnudado tan atrozmente como el hombre que se confiesa y flagela ante Felice. No obstante, todo está formulado de una manera que lo convierte en ley y conocimiento. Nada de lo que leemos se puede olvidar. Es como si hubiera sido escrito bajo nuestra piel.» José Emilio Pacheco
Franz Kafka es, sin duda, uno de los escritores clásicos de la literatura moderna. Su relación con la literatura transcurrió en un triple aislamiento: el geográfico, por la ciudad en la que vivió; el de la lengua, la alemana, estancada en Praga; y el de la marginación por su condición de judío. La difícil relación con su padre marcó, además, toda su vida. La presente selección de relatos coincide con el grupo que el mismo autor juzgó dignos de ser publicados.
Escritos en la soledad de la noche, tras una jornada laboral anodina y estéril, estos relatos, reunidos bajo los títulos de «Un médico rural» y «Percepciones», suponen una cumbre en el arte de Franz Kafka como cuentista. Esta edición presenta en un solo volumen, y en una nueva y excelente traducción, relatos imprescindibles de la producción kafkiana, como "Un médico rural", "Informe para una Academia", "Ante la Ley" o "El deseo de ser piel roja". Pequeñas obras maestras, tan inquietantes como reveladoras del talento del que fuera uno de los escritores más influyentes del siglo XX, que constituyen grotescos y crueles retratos de lo frágil y desesperado de la condición humana.
«El mundo de Kafka es, en verdad, un universo indecible donde el hombre se da el lujo torturante de pescar en una bañera, a sabiendas de que no saldrá nada.»Albert Camus La transformación, o metamorfosis, de Gregor Samsa en un bicho monstruoso, similar a un enorme escarabajo, es uno de los hitos de la literatura universal. Franz Kafka escribió el relato en 1915 y fue publicado primero en la revista mensual Die Wei#en Blätter. En noviembre de ese mismo año se imprimió como libro exento, bajo el sello de la editorial Kurt Wolff y fechado anticipadamente en 1916. En este volumen, la más conocida y divulgada pesadilla kafkiana es objeto de una nueva traducción a cargo de Juan José del Solar, que ha tenido presentes las novedades que sobre la obra de Kafka arroja la edición crítica de la editorial S. Fischer, edición que ha obligado, felizmente, a reeditar bajo nuevos parámetros la obra del autor considerado, unánimemente, como el más emblemático del siglo XX.
La faceta de dibujante de Kafka y su temprana vocación por el dibujo surgió, según cuenta el editor de la edición original, Niels Bokhove, al contemplar en el escaparate de una tienda dos cuadros que le dejaron una fuerte impronta. Éste nos señala un significativo ejemplo de la función de las artes plásticas en la prosa de Kafka, la figura del pintor Titorelli en El proceso, en quien proyectaba su ideal de convertirse en un escritor reconocido. Pese a que por lo general se relacionan con su universo literario, muchos de los cuarenta dibujos que se presentan en esta original edición son bocetos de sus días de estudiante, acompañados por un fragmento de texto específico del autor. El proceso de asignar los pasajes de la obra de Kafka a cada uno de los dibujos, recopilados por Max Brod, distingue dos tipos de fragmento: por un lado están los que acompañaban originalmente a los dibujos, y de otra parte aquéllos que han sido escogidos de la obra completa de Kafka y que intensifican el dibujo y a la inversa. Tan inclasificables como su literatura, estos dibujos conducen a la misma discusión acerca de si cabe o no considerar a Kafka expresionista. Ante esto, preferimos quedarnos con la cita de Brod: «Puedo deciros el nombre de un gran artista, Franz Kafka».
«Al entrar en el puerto de Nueva York a bordo de un barco que se iba deteniendo, Karl Roßmann, un joven de diecisiete años al que sus padres pobres habían enviado a América por tener un hijo con una criada que lo había seducido, creyó ver la Estatua de la diosa Libertad, que divisaba desde hacía un buen rato, como si estuviera dentro de un rayo de sol que fulgurara de repente.» Así comienza El fogonero, que se publicó como libro independiente en 1913 y terminó siendo el primer capítulo de El desaparecido, la inacabada novela de Kafka. Este relato, magníficamente ilustrado por Max, contiene elementos característicos de la narrativa del autor checo: todos estamos en manos de un destino que no controlamos. El joven Roßmann defenderá con vehemencia al fogonero porque considera que ha sido tratado injustamente, y de su viaje por el interior del barco, que se puede ver como un encuentro con las estructuras del poder, saldrá airoso gracias a un inesperado suceso... «Como esos protagonistas de Kafka no son verdaderas personas, nos parece como si cada uno de nosotros recibiera su llamada y su exhortación. Y es que ese ser humano de buena voluntad puede ser cualquiera, puede ser todos, quizás incluso tú y yo.» Hannah Arendt