Este libro se ha considerado como uno de los ensayos más destacados que se hayan escrito nunca sobre las posibilidades y dificultades lógicas de una ciencia de la sociedad. Se formulan consideraciones sobre el método a seguir en los diversos ámbitos de las ciencias sociales. En su introducción, J. Francisco Álvarez señala la vigencia intelectual de Stuart Mil a la par que destaca su impulso moral como defensor de la libertad y la igualdad. En esta obra aparece por vez primera la propuesta milliana de la etología como ciencia del carácter humano en el sentido más amplio del término (incluyendo la formación del carácter nacional o colectivo además del individual).
Los muros del colegio son gruesos y consistentes. Prometen preservar la rutina de los días de estudio de todo lo que pueda estar pasando fuera, de todo lo que de hecho está efectivamente pasando fuera, en las calles vecinas, en Buenos Aires, en esa Argentina de 1982. ¿Pero qué espacio limitan esos muros, un lugar de adquisición del saber o un recinto sadiano? Porque el colegio extiende su jurisdicción más allá de la enseñanza, imparte a sus alumnos una rigurosidad que no deben descuidar en ninguna circunstancia de sus vidas, una implacable moral que debe constituirse en el inflexible esqueleto de todos sus actos.María Teresa es preceptora en este colegio, o sea, una inocente o quizá sólo ignorante maestra de ceremonias. Tiene veinte años, empezó a trabajar cuando todavía era verano, y el señor Biasutto, el jefe de preceptores, le reveló en su primera entrevista la actitud que convenía adoptar con los alumnos. Porque no era fácil obtener lo que él llamaba «el punto justo» para la mejor vigilancia. Una mirada alerta a la que no se le escapara nada pero que no fuera evidente, para no poner sobre aviso a los estudiantes. Una mirada a la que nada le pasara inadvertido, pero que pudiese pasar inadvertida ella misma. Quizá la mirada del perverso, o del carcelero, o del amo. Y María Teresa, que admira al señor Biasutto, se perfecciona como preceptora, se esmera en la aplicación de las normas y la corrección de las conductas. Pero si todo está prohibido hasta para ella misma, todo es transgresión. Y cuando María Teresa, persiguiendo un vago, quizá inexistente olor a tabaco, comienza a esconderse en los lavabos de los chicos para sorprender a los que fuman y llevarlos ante la autoridad, y poco a poco hace de ello un hábito oscuramente excitante, no es de la violación de las reglas sino de su aplicación a ultranza de donde surgirán la torsión y el desvío, de la rigurosa vigilancia de una completa rectitud, de la custodia inflexible de una normalidad total y atroz. Una vigilancia, una custodia que tal vez estén siendo aplicadas más allá del recinto de este pequeño mundo cerrado que nos descubre Martín Kohan. Porque extramuros de ese colegio donde estudian y han estudiado las futuras clases dirigentes, hay otro mundo, hay un país que acaso se le asemeja. Ciencias morales confirma indiscutiblemente la extraordinaria madurez narrativa de uno de los autores más inteligentes, más estimulantes, de la reciente literatura argentina.
Entre 1897 y 1917 la Academia de Ciencias Morales y Políticas convocó 21 concursos de derecho consuetudinario y economía popular. A ellos se presentaron 50 memorias y fueron premiadas 22. Estos concursos hacen visible la denominada escuela española de de