Que el perro sea o no el mejor amigo del hombre, según un antiguo dicho, posiblemente está todavía por saber. Lo que sí se sabe con certeza es que las relaciones de los perros con los hombres han inspirado una vasta literatura. En esta selección de relatos breves, nos encontraremos con escritores de la talla de G. K. Chesterton, Hugh Walpole, Virginia Woolf, Rudyard Kipling, Jack London, etc., que intentaron ver cuál era realmente el nexo entre seres tan distintos. Cada cual nos ofrece una respuesta diferente. Desde la épica apasionada de London hasta la amarga fábula de Walpole, pasando por el humor fresco y vital de Jerome K. Jerome, o el lirismo arrebatador con que Virginia Woolf nos cuenta el final de Flush, el perro de Robert Browning y Elisabeth Barrett Browning.
Chesterton (18741936), narrador y pensador de pluma incansable, gran polemista, está considerado uno de los más grandes cultivadores del relato policial. En su opinión, la novela detectivesca es una plasmación popular de la poética que encierra la vida cotidiana y se trata de ver a1 héroe de las historias policíacas como un moderno caballero andante. El candor del padre Brown (1911) tuvo tanto éxito que obligó a Chesterton a continuar la saga con más de cincuenta relatos protagonizados por este curilla tan particular. El padre Brown es la antítesis del investigador privado, científico y ultrarracional, representado por Sherlock Holmes. El personaje de Chesterton resuelve los casos basándose, mucha veces, en la intuición y el profundo conocimiento de los impulsos morales y la naturaleza humana que le proporciona su desempeño pastoral, aunque sus deducciones pretenden ser lógicas. Chesterton, con un método tan heterodoxo como convincente para el lector, crea un personaje, no exento de elementos cómicos, que al tiempo le sirve tanto para dar rienda suelta a su fantasía como para exponer sus ideas sobre el mundo, el hombre y la sociedad.
El doctor Samuel Johnson, monstruo intelectual y atento observador de la realidad, ejerce de maestro de ceremonias, siempre acompañado de su amigo James Boswell. Los Swift, idealistas y caóticos revolucionarios, portavoces de los aires de cambio del incipiente mundo nuevo, se enfrentarán a sus propias contradicciones de la mano del doctor Johnson, quien pondrá a prueba sus capacidades morales e intelectuales. En un texto impregnado de sutil ironía, Chesterton construye una brillante alegoría de la nación que nace, con su ímpetu y su inocencia. Juegos de poder, intriga y las emociones más íntimas hacen de esta obra un retrato de una sociedad, la de principios del pasado siglo, no tan diferente de la nuestra.
Como es sabido, George Bernard Shaw (1856-1950) y Gilbert Keith Chesterton (1874-1936), los dos formidables escritores ingleses de la primera mitad del siglo XX, polemizaron durante años y años sobre los más diversos asuntos, tanto en la prensa como en debates en vivo ante el público, como es el caso de este mismo «¿Estamos de acuerdo?», celebrado en 1923, y que milagrosamente pasó, no sabemos por manos de quién, de la sala de conferencias al papel en 1928. En realidad, poco importa el asunto concreto que debaten aquí. Sea cual sea, lo que destaca es el placer de contender.
Gilbert K. Chesterton, el genial escritor inglés entre cuyos méritos se encuentra la creación del inmortal Padre Brown, escribió esta desconcertante novela. Narra el caso de Innocent Smith, un hombre común, aunque algo extraño, cuya visión del mundo es pu
Se recoge en este libro una serie de ensayos sobre una amplia gama de temas publicados originalmente en el Speaker con el título de The Defendant ("El acusado"), que aparecen ahora por vez primera traducidos al español en versión de Victoria León Varela, experimentada traductora de la obra del autor británico. [...] Inmensa fue en su tiempo la fama de su autor. El impacto de los artículos y ensayos [...] siempre estuvo asegurado. [...] Maestro insuperable de la paradoja, [...] la usó como nadie para descubrir la fragilidad de toda verdad. [...] No escribía para contar, sino que lo hacía para ensalzar, denostar o refutar algo. [...] Dotado como pocos para la burla. [...] Personalísimo sentido del humor, [...] originalidad en sus argumentos, [...] y una irreprimible pasión por la polémica. [...] Fue un escritor excepcional. [...] Fue de forma invariable él mismo. [...] Se enfrentó a las inquietudes más modernas. [...] Solitario genial [...] habló y escribió desde la calle por y para el hombre común, haciendo hasta de defensor de causas perdidas. [...] Difícilmente se hallará un periódico de su época que no contenga algo suyo, un artículo, algún comentario crítico, un poema, o una referencia sobre su vida o sus escritos. [...] Una obra inmensa. [...] Este es el autor de El acusado. (Del prólogo de Manuel Moreno Alonso)
«He conocido perros malvados y bondadosos, estúpidos e inteligentes, pero no podría vivir sin ellos. Los griegos decían que una casa no es un hogar si no tiene una golondrina anidando bajo su alero, y en mi opinión una casa no es un hogar si no tiene un perro.» Gerald Durrell «Tal vez los perros, cuya devoción excede a la de la mayoría de amantes, sean capaces de recoger las vibraciones telepáticas de sus amados dueños que piensan y se preocupan constantemente por ellos.» Jilly Cooper Que el perro sea o no el mejor amigo del hombre, según un antiguo dicho, posiblemente está todavía por saber. Lo que sí se sabe con certeza es que las relaciones de los perros con los hombres han inspirado una vasta literatura. En esta selección de relatos breves, que se abre con el magnífico prólogo de Gerald Durrell, nos encontraremos con escritores de la talla de G. K. Chesterton, Hugh Walpole, Virginia Woolf, Rudyard Kipling, Jack London, etc., que intentaron ver cuál era realmente el nexo entre seres tan distintos. Cada cual nos ofrece una respuesta diferente. Desde la épica apasionada de London hasta la amarga fábula de Walpole, pasando por el humor fresco y vital de Jerome K. Jerome, o el lirismo arrebatador con que Virginia Woolf nos cuenta el final de Flush, el perro de Robert Browning y Elisabeth Barrett Browning.
G. K. Chesterton, celebradísimo escritor de ficción, fue también un renombrado autor de ensayos y un acerado polemista que dejó, tras su muerte, en 1936, la ?Autobiografía? que hoy presentamos. Más allá de trazarnos el recorrido vital de su memoria, Chesterton nos abre una ventana al mundo que le tuvo ocupado como periodista y escritor de panfletos?así es como él quería ser recordado?y con el que raramente mantuvo una convivencia pacífica. Chesterton es el hombre visceral, polémico y apasionado, que no dudaba en proclamar de viva voz su denuncia ante un sistema político corrupto y una moral propagandística cuyo telón de fondo era la guerra de los Bóers (la incursión británica en Sudáfrica que tan popular fue entre la sociedad inglesa) y la Primera Guerra Mundial. Su conversión al catolicismo acabó de situarlo en el papel de personaje excéntrico y contestatario. Hoy, por su extraordinaria agudeza intelectual y su brillante habilidad para esgrimir la paradoja como arma de argumentación, Chesterton sigue siendo el estimulante pensador que consiguió mantener, en vilo y al acecho, a miles de lectores.
La ironía y la hondura que caracterizan su estilo hicieron de él uno de los autores más destacados de la literatura inglesa del siglo XX y el más conocido fuera de las fronteras del Reino Unido. Chesterton aborda en este libro una reflexión histórica sobre la naturaleza del ser humano. Comienza por plantear su singularidad, que distingue al hombre de los animales incluso en los estadios más primitivos. Y luego recorre la historia de la humanidad para subrayar que el cristiansimo, lejos de anular los impulsos humanos más nobles, ha sido capaz de depurarlos de las adherencias culturales que los contaminaban enlos diferentes estadios del progreso. De esta suerte, Chesterton desembocaen la figura de Cristo, tal y como nos ha sido transmitida por la Iglesia, como modelo ejemplar del ser humano, que conprendía en sí las mejores actitudes y aspiraciones del paganismo. "El homber eterno" desempeña un papel capital en la corriente apoogética británica que ofreció tan brillantes contribuciones al pensamiento católico de la primera mitad del siglo XX. El lector encontrará en esta obra abundancia de consideraciones llenas de buen sentido, de un juicio agudo y colmadas de belleza. Nos encontramos ante un libro imprescindible para los amantes de Chesterton y, en general, para los interesados en la literatura en lengua inglesa.
Gilbert Keith Chesterton (Londres 1874 ? Beaconsfield 1936) fou un escriptor i periodista prolífic i un home excèntric, apassionat i sempre polèmic. L?enginy, la intel·ligència i l?humor d?aquest britànic brillant, que es convertí al catolicisme l?any 1922, queden reflectits a totes les seves obres, entre les quals cal destacar La innocència del pare Brown, que obtingué una gran popularitat, i L?home que fou dijous, la més reconeguda de les seves novel·les. Pau Romeva (Barcelona 1892 ? 1968), fou un gran pedagog, polític i escriptor. Publicà magnífiques traduccions de Chesterton, Dickens, Graham Greene i Walter Scott.
Publicada en 1910, La esfera y la cruz es sin duda la novela de aventuras más evidente de Chesterton. Un católico y un ateo intentan batirse en duelo a muerte, cada uno por defender sus ideas. No lo consiguen, pues siempre tienen que huir de las autoridades que tratan de impedírselo, lo que al final termina por convertirlos en aliados. En su huida en busca de un lugar donde librar el duelo, una huida que se produce por tierra y mar, incluso por aire y hasta estratosféricamente (Chesterton fabula aquí deliciosamente con naves volantes que van hasta las estrellas), acabarán dirigiéndose del sur de Inglaterra a las islas del Canal de la Mancha merced a unos avatares por momentos delirantes y plenos de comicidad, y por momentos emotivos, en tanto la amistad de los dos forajidos va consolidándose precisamente a partir de sus presupuestos ideológicos contrarios. Como el resto de las obras de Chesterton, La esfera y la cruz abunda en paradojas y aventuras que bordean lo insólito, hasta desembocar en una insurrección en un manicomio, desatada por el ateo y el católico, en una sucesión de cuadros tan disparatados como mordaces a través de los cuales hace Chesterton una crítica feroz de las instituciones psiquiátricas y de los médicos, así como de todo lo que convencionalmente se tiene por razonable y cuerdo.