Estos ensayos aparecieron originalmente como columnas semanales en el periódico Daily News entre los años 1901 y 1911 y corresponden por lo tanto al mismo periodo de escritura que Enormes minucias y Alarmas y digresiones, dos de sus colecciones de artículos más memorables. Lectura y locura (Lunacy and Letters en su edición inglesa) fue editado por vez primera en 1958, a cargo de la editorial londinense Sheed and Ward. Dada la notable calidad e interés de los trabajos aquí reunidos y su carácter póstumo, la única conjetura posible acerca de su tardía aparición es que G. K. Chesterton nunca tuvo tiempo en vida de releer y preparar para su edición todo lo que había ido escribiendo. Como a todos los escritores verdaderamente grandes, a Chesterton se le puede reconocer en que no hay escrito suyo, por menor que sea, en el que no esté él por entero o, como decía Borges, su mayor defensor, no hay una página suya que no nos depare alguna felicidad. Lectura y Locura, vertida ahora por vez primera al castellano, pese a sus muy incompletas Obras completas, es una rotunda y vertiginosa prueba de ello. A.L.
GILBERT KEITH CHESTERTON (1874-1936) ejemplifica como pocos la idea común ?y por tanto quizá descabellada? del escritor como individuo genial. Hombre de genio y de talento incluso desmesurado, su obra ?la apreciación será de Borges? «no encierra una sola página que no ofrezca una felicidad». [?] En 1908, cuando su autor contaba treinta y cuatro años, se publicó El hombre que fue Jueves (Pesadilla) [?] una novela acogida a los esquemas de las historias de policías y malhechores, pero acogida asimismo a una fórmula de fantasía que sólo mantiene en común con las tramas policiales sus signos externos: El hombre que fue Jueves es ?como señaló Reyes? una novela de índole metafísica? siempre que por metafísica no quiera entenderse un sufrido y sesudo argumento, pues si algo caracteriza a esta novela es su sentido trepidante de la acción: una acción, sí, metafísica, especulativa y en gran medida abstracta, pero acción indudable. Narración de ritmo preciso y vertiginoso, El hombre que fue Jueves constituye un ejemplo de relato como pieza de relojería: cada acción, cada página, cada detalle en sus justos tiempo y medida. [?] Hay que aprender a leer a Chesterton: ir reteniendo sus claves, sus trucos, su vertiginoso ritmo conceptual. De ese modo, su obra, de apariencia tan disparatada, se convierte en un perfecto silogismo; su exuberante imaginación, en un calculado juego de espejos; su sentido extravagante y mágico de la realidad, en una reveladora y matemática realidad. [?] Porque Chesterton representa, desde luego, una vasta y fascinante literatura, pero también una idea ?muy particular, muy especial? de la literatura. (Del prólogo de Felipe Benítez Reyes)
Gilbert K. Chesterton (Londres, 1874-Beaconsfield, 1936), el gran escritor inglés, destacó en todos los géneros literarios, especialmente en el menos convencional y menos cerrado (tal como convenía a su peculiarísima personalidad humana y artística), el ensayo, lo que en su caso no es sino hablar de periodismo. Porque el siempre polémico y polemista Chesterton fue sobre todo, durante toda su vida, un periodista, es decir un hombre curioso y apasionado para quien no había asunto que no pudiera o no debiera ser tema de discusión (no hay cosas sin interés. Tan sólo personas incapaces de interesarse es una de sus frases o, lo que es casi lo mismo, de sus paradojas). El color de España y otros ensayos, inédito hasta ahora entre nosotros, lleva por título en su primera edición inglesa The Glass Walking-Stick and other essays (1955) y es una buena muestra de esa universal curiosidad presente siempre en Chesterton y de su originalísima, peleona y buenhumorada visión del mundo. Para disfrutar plenamente de GKC no hace falta ser católico ni conservador ni antidivorcista como él lo fue sino más bien al contrario, aunque no sea nada desdeñable su más que reconocido poder de persuasión, pero sí es recomendable, y aun puede que imprescindible, una cierta pasión por la literatura (Hay que estar loco por algo para no volverse completamente loco) y una cierta devoción por las formas más juguetonas de la inteligencia (La mediocridad, posiblemente, consiste en estar delante de la grandeza y no darse cuenta).
De detrás de la roca que sobresalía surgió un ruido y un movimiento fugaz parecido al de un ferrocarril, y apareció un gran automóvil. Su negra silueta recortada contra el sol coronaba la cima de la montaña, como un carro lanzándose hacia la destrucción en una desenfrenada epopeya... En una fracción de segundo, el vehículo dejó atrás el saliente del peñasco como una nave voladora; a continuación el cielo empezó a girar como una rueda, y el vehículo quedó destrozado en medio de los altos pastos de abajo... Un poco más adelante, la figura de un hombre de pelo cano yacía en la empinada pendiente verde, con las extremidades descoyuntadas y el rostro vuelto... Sin duda estaba muerto. La hierba se empapaba con la sangre que brotaba de una fractura mortal en la parte posterior del cráneo; pero el rostro, vuelto hacia el sol, estaba ileso y resultaba extrañamente fascinante. Era uno de esos rostros extraños y tan inconfundibles que resultan familiares.
Las biografías de los grandes artistas siempre han sido mejores cuando son narradas desde la óptica de una inteligencia de igual o superior magnitud. En este caso, es todo un lujo, que hoy podamos disfrutar de la mirada que, un inglés decente como Chesterton, dedicó a una enigmática y casi sobrenatural figura como ha sido y será la de William Blake. Digamos que este libro son dos libros en uno, pues a él se pueden acercar no sólo los admiradores de Blake sino también los habituales lectores de las peripecias del famoso sacerdote y detective Padre Brown. Porque tan importante es el aquí ensayado como el ensayista, el biografiado como el biógrafo. Aparece esta excelente traducción hasta ahora inédita en nuestro idioma coincidiendo con la celebración a nivel mundial del 250 aniversario del nacimiento de William Blake. De la voz de Chesterton repasaremos con serenidad los datos y las anécdotas que envolvieron la vida de William Blake, abarcando sus diferentes facetas, tanto como pintor, poeta, grabador o como figura que atacó a las normas de la decencia común. Y precisamente, el tema de la cuestionada locura en la figura de Blake es abordado y analizado por Chesterton con suma tranquilidad y con lucidez deslumbrante. No era menos de esperar que, un hombre con tan fuertes inquietudes religiosas como Chesterton, fuera capaz de superar los primeros juicios superficiales que pueden causar a priori el conocimiento de las extrañas maneras de comportarse de este místico y genial artista. Por eso, dependerá de lo que entendamos por «locura» para comprender el misticismo del Blake que nos presenta Chesterton, quien afirma rotundamente que «Blake no estaba loco. Blake fue uno de los hombres más coherentes, tanto en la teoría como en la práctica, que jamás vivieron sobre la tierra. Blake pudo estar profundamente equivocado, pero jamás tuvo lo más mínimo de irrazonable», pues el loco es el hombre que lo ha perdido todo, menos la razón.
G. K. Chesterton no necesita presentación en España. Narrador universal, el polemista hace tiempo que resulta difícil encontrarlo en librerías, mientras el poeta apenas está traducido entre nosotros. Sin embargo, su poesía es la puerta de entrada al resto de su obra. Cuando Chesterton necesita explicar su idea del mundo, recurre con frecuencia a sus propios versos y sus dos novelas más reconocidas se inician con sendos poemas introductorios. Chesterton es un poeta vitalista y activo, que canta a Dios, a la naturaleza y a los hombres con optimismo y jovialidad. Como señala Auden, todos sus poemas de amor son un hallazgo. La presente traducción da muestra de todas esas facetas líricas. Ha sido hecha por poetas españoles de muy diversa condición, edad y obra literaria. La poesía de Chesterton, que tiene algo de coral, ha sido interpretada por cada poeta procurando no desentonar del coro.
Se trata de un libro con espíritu polémico, en el que los temas abordados nos presentan, en un clarísimo panorama, la lúcida postura de un hombre de fe ante el mundo que le tocó vivir. Lo notable, en este caso, es la absoluta vigencia de sus palabras.
Gilbert Keith Chesterton (1874-1936), creador del inmortal detective Padre Brown, dedicó parte de su prolífica carrera literaria al relato policial, con narraciones en las que, según Borges, no se encontraba una sola página que no contuviera una felicidad. La colección de bolsillo El Club Diógenes reúne buena parte de estos relatos policiacos en dos volúmenes: Las paradojas de Mr. Pond (CD 101) y El hombre que sabía demasiado (CD 111). El poeta y los lunáticos (1929), aunque se presenta como una novela, en realidad está concebida como una sucesión de episodios que se entrelazan, en los que un loco, el poeta y pintor Gabriel Gale, pone a prueba su increíble capacidad para captar la importancia de detalles que permanecen ocultos o apenas visibles a los ojos de los demás. Las técnicas deductivas que emplea el excéntrico Gale para resolver un crimen o anticiparse al delito sorprenderán al lector por la originalidad de sus planteamientos policiales, y también por el sentido del humor que pone en ellos la acerada pluma de Chesterton. En algunos pasajes de El poeta y los lunáticos, Chesterton hace evidentes referencias y críticas mordaces, apenas disimuladas, a políticos e intelectuales de su tiempo, contraponiendo, en una más de sus queridas paradojas, la locura clarividente y genial de Gabriel Gale a la supuesta cordura de personajes públicos, que en muchas ocasiones se confunde con la estupidez.
Gilbert K. Chesterton, el genial escritor inglés entre cuyos méritos se encuentra la creación del inmortal Padre Brown, escribió la desconcertante novela El hombre vivo en 1912. El hombre vivo narra el caso de Innocent Smith, un hombre común, aunque algo extraño, cuya visión del mundo es pura y no está manchada por el cinismo. Su encanto infantil seduce a la señora Mary Gray, inquilina de la Casa Beacon, y la convence para que se case con él. El resto de los huéspedes de la pensión opinan que la señora Gray ha perdido la cabeza, pues apenas conoce al señor Smith, por lo que deciden investigar el pasado del singular pretendiente en busca de asuntos escabrosos. Y obtienen un gran éxito. En el historial de Innocent Smith encuentran alarmantes acusaciones para todos los gustos: desde intento de homicidio a robo con allanamiento de morada, deserción o poligamia. Los vecinos conjurados escenifican un juicio para dilucidar la verdad de las acusaciones y disuadir a la señora Gray de su propósito. Los capítulos iniciales de la novela, Los enigmas de Innocent Smith, llenos de suspense, describen los hechos de los supuestos delitos. Pero en la segunda parte de la obra, Las explicaciones de Innocent Smith, el inimitable ingenio de Chesterton nos deparará la sorpresa de una inaudita explicación para cada uno de ellos. En estas páginas, como en tantas otras de Chesterton, el humor absurdo y la paradoja no excluyen una reflexión profunda y moral sobre el ser humano y la sociedad, y nos ofrecen una visión nueva sobre las convenciones de siempre.