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SAN FRANCISCO DE ASÍS – SANTO TOMÁS DE AQUINO (G.K. CHESTERTON)
En este volumen se incluyen dos biografías consideradas por muchos criticos como las mejores de Chesterton, e incluso los mejores retratos breves jamás escritos sobre estas dos grandes figuras de las historia europea. En el caso de San Francisco de Asís, la compenetración del autor con su biografiado permite al lector entrar en aspectos del personaje que muchos habían pasado por alto. La obra Santo Tomás de Aquino, se ve singularmente enriquecida por la capacidad del autor para ver el mundo a través de los ojos del santo. Aclamado por tomistas de la talla de Jacques Maritain o Etienne Gilson como el mejor libro jamás escrito sobre el Aquinate, esta brillante biografía ofrece una visión de conjunto amena y rigurosa del buey mudo de Sicilia.

HEREJES (CHESTERTON, G. K. (GILBERT KEITH))
En Herejes, G. K. Chesterton dibuja una personalísima crítica a las opiniones religiosas de nuestro tiempo. Dirigido al sentido común del hombre común, singular no tanto por la estricta originalidad de sus ideas, sino por su particular punto de vista, este libro de Chesterton nos conduce, con una curiosa mezcla de humor y obstinación audaz, por los caminos de una excepcional contribución a uno de los debates fundamentales del mundo contemporáneo.

EL ESCÁNDALO DEL PADRE BROWN (CHESTERTON, GILBERT KEITH)
De las historias de G.K. Chesterton protagonizadas por el padre Brown, Jorge Luis Borges dijo una vez que aún se recordarían cuando el género policíaco hubiese caducado. Pero en las historias detectivescas del padre Brown hay un rasgo que llama la atención: el protagonista no es un detective privado, ni un policía, ni siquiera un aficionado a resolver crímenes; es un sacerdote católico, toda una provocación, dado que Chesterton situó además a este sacerdote papista en plena Inglaterra anglicana, y ni siquiera se preocupó de hacerlo simpático a los lectores. Todo lo contrario: lo retrató como un personaje resabiado, de aspecto y trato corrientes, muy lejos del porte aristocrático de un Sherlock Holmes o del cosmopolitismo de un Hércules Poirot. Al final, sin embargo, da lecciones con una humildad insoportable a todos los que le rodean, ya sea la policía inglesa o las autoridades locales, y, para colmo, en nombre de la razón y de la lógica, a pesar de que casi siempre la explicación inicial del misterio sea de tipo demoníaco o mágico. El presente volumen, El escándalo del padre Brown, quinto y último título de la serie del padre Brown, reúne los siguientes casos: El escándalo del padre Brown, El «rápido», La ráfaga del libro, El hombre verde, La persecución del señor Blue, El crímen del comunista, La punta de un alfiler y El problema insoluble. Se han añadido los relatos La vampiresa del pueblo y La máscara de Midas, aparecidos tras la muerte de Chesterton.

ALARMAS Y DIGRESIONES (CHESTERTON, G. K.)
En esta colección de artículos publicados en el periódico inglés Daily News entre 1908 y 1910, Chesterton—el maestro de la paradoja y de la digresión—se desliza con fluidez de lo cómico a lo reflexivo a través de sus observaciones sobre los temas más diversos: la poca atención que los poetas han prestado a un manjar como el queso, la confusión mental de los futuristas, el valor de los automóviles o la naturaleza de esa clase de hombres llamados intelectuales. Escritos con el asombroso ingenio y la irrenunciable lucidez que caracterizan al autor, los ensayos reunidos en este libro nos atrapan y nos deleitan.

LA ÉPOCA VICTORIANA EN LA LITERATURA (CHESTERTON, GILBERT KEITH)
Publicado en 1913 dentro de la serie de la «Home University Library of Modern Knowledge», en «La Época Victoriana en la literatura» G. K. Chesterton realiza un mordaz repaso del espíritu de las letras de este período. Pero el suyo no es un relato al uso; no podía serlo en su caso. Como él mismo dice en la obra: «lo más cerca que cualquier hombre honesto puede estar de eso que llamamos ?imparcialidad?, es confesar que está siendo parcial». Principio que aplica a rajatabla, demostrando que fue un pensador comprometido con los grandes problemas del hombre de su tiempo. Desde la primera página, ya nos anuncia que rechaza la perspectiva cronológica, para analizar y comentar la obra de autores como Jane Austen, Robert Louis Stevenson, las hermanas Brontë o Charles Dickens, entre muchos otros. Aunque su mirada va más allá de la mera observación y lo aparente, esbozando un convincente retrato de qué fueron los victorianos: hombres y mujeres que, en su opinión, se alejaron de un sentido espiritual del mundo, para ir recayendo de manera dramática en las imperturbables manos de un materialismo extremo y deshumanizador. De este modo, su cosmovisión está en la estela de otros grandes pensadores de su época quienes, aunque en ocasiones desde atalayas ideológicas muy alejadas las unas de las otras, también contribuyeron a definir el sentimiento trágico del denominado fin de siècle. «La Época Victoriana en la literatura», por tanto, trasciende su condición de texto de análisis estético y literario, para condensar las ansiedades de una generación arrastrada por una implacable sensación de decadencia.

EL HOMBRE CORRIENTE (CHESTERTON, GILBERT KEITH)
Suele escribirse que el Chesterton más divertido y discutidor fue el juvenil y primero, el de antes de su conversión al catolicismo. Equivocadamente. Chesterton fue Chesterton desde el principio, pero también hasta final. Así lo demuestra El hombre corriente (1936), el último de sus libros, o al menos el último del que corrigió pruebas, y que apareció unos pocos días después de su muerte. Y también uno de los más combativos y retadores, e incluso puede que el más quijotesco entre los suyos, por su afán en arremeter contra los molinos de la modernidad; de la modernidad entendida como un molino de viento. Chesterton defiende o ataca en estas páginas al hombre corriente, el nudismo, la vulgaridad, los grandes tontos, nuestra idea del progreso o de la educación, el patriotismo… y nos dice cosas como que existen dos tipos de vándalos: los antiguos, que destruían edificios; y los modernos, que los construyen. Existen multitud de malentendidos literarios respecto a Chesterton pero (a diferencia de lo que pasa con los escritores de moda) todos en contra de Chesterton. Muchos no leerán nunca a Chesterton porque piensan (es un decir) que fue un escritor de derechas, un amable conformista. Algunos lo seguimos leyendo porque sentimos que tras la máscara de su humorismo se ocultaba un rebelde y que muchas de sus rebeldías siguen aún vivas. A. L. Gilbert Keith Chesterton (Londres, 1874-Beaconsfield, 1936) es conocido, sobre todo, entre el gran público, por sus relatos policiales del padre Brown y por su novela El hombre que fue Jueves, pero el gran escritor inglés, destacó en todos los géneros literarios, especialmente en el menos convencional y menos cerrado (tal como convenía a su peculiarísima personalidad humana y artística), el ensayo, lo que en su caso no es sino hablar de periodismo. Porque el siempre polémico y polemista Chesterton fue sobre todo, durante toda su vida, un periodista, es decir un hombre curioso y apasionado para quien no había asunto que no pudiera o no debiera ser tema de discusión («no hay cosas sin interés. Tan sólo personas incapaces de interesarse» es una de sus frases o, lo que es casi lo mismo, de sus paradojas). En el catálogo de Ediciones Espuela de Plata y Renacimiento puede encontrarse una buena parte, además de una muy buena representación, de la obra de Chesterton. Entre ediciones de rescate, nuevas traducciones y libros inéditos en español sumamos ya una veintena de títulos, entre los que destacan los siguientes: William Blake (2007, 2010), El color de España y otros ensayos (2007, 2009), Lectura y locura y otros ensayos imprescindibles (2008), Lo que vi en América (2009), Robert Browning (2010), Chaucer (2010), El hombre que fue Jueves (2010), La cosa y otros artículos de fe (2010), Enormes minucias (2010), Tipos diversos (2011), El acusado (2012), Sobre el concepto de barbarie (2012).

LA SUPERSTICIÓN DEL DIVORCIO . SEGUIDO DE DIVORCIO VERSUS DEMOCRACIA (CHESTERTON, GILBERT KEITH)
Lo más característico de G. K. Chesterton es su capacidad de hacernos ver de nuevo y con ojos asombrados lo que la costumbre nos había vuelto invisible. Es una agilidad suya -inesperada- de ponerse y ponernos a hacer el pino para descubrir el espectáculo del mundo colgando de los aires. Si pudo revolear la rutina de la vida ordinaria, también la del ordinario pensamiento, donde la rutina es mucho más revoleable. Este ensayo nos lo demuestra sin ambages, al menos a efectos retroactivos. Puede que en el momento en que Chesterton escribió estas páginas el divorcio estuviese en el centro del debate social; hoy es algo completamente asumido incluso por quienes lo rechazan en el plano íntimo de sus creencias personales. Estas páginas vienen, pues, a reponer el divorcio en el centro de la reflexión y de la confrontación, incluso; lo que resultará vivificante. El título no deja lugar a engaños: frente a lo establecido y respetable que hoy es el divorcio, tan legalizado y consuetudinario, Chesterton se arranca con la etiqueta de La superstición, nada menos. Sugiriendo que, accidentes aparte, el matrimonio es lo sagrado, lo real, lo claro, lo permanente. E. G-M.

ELS RELATS DEL PARE BROWN (CHESTERTON , G.K.)
El pare Brown, aquest capellà baixet i gras i d’aspecte ingenu, que es mou acompanyat pel seu paraigua, té una de les capacitats deductives més extraordinàries de tota la literatura d’intriga. G. K. Chesterton va concebre el seu detectiu a l’ombra de Sherlock Holmes. El pare Brown posa en primer lloc la intuïció alhora que desplega el saber moral de qui ha passat moltes hores dins del confessionari. El pare Brown ens convenç que totes les malifetes dels homes es deriven d’haver traït algunes òbvies i oblidades veritats elementals. Sense la sagacitat del moralista, la lògica i la deducció estan abocades al fracàs. Tanmateix, la tèrbola màgia dels misteris de Chesterton es resol sempre amb explicacions d’aquest món terrenal, i mai apel·lant als miracles o a la metafísica.

CONTROVERSIAS BLATCHFORD (CHESTERTON, G.K.)
En 1904 surgió en Londres una disputa ardiente y elegante, en la que Robert Blatchford, reformista converso del socialismo, abría las páginas de su diario, el "Clarion", para debatir dos puntos sobre el cristianismo: en qué se cree y por qué. Gilbert K. Chesterton participó en la polémica argumentando desde el filo de la navaja: la paradoja cristiana. "Controversias Blatchford" , inédito en castellano hasta ahora, es el fruto de esas discusiones. "La primera de todas las dificultades que he tenido sobre controvertir con el Sr. Blatchford es simplemente esta: que muy a menudo estaré en el mismo terreno que él. Mi libro favorito de texto sobre teología es "Dios y mi vecino" (de R. Blatchford), pero no puedo reproducirlo en detalle. Si diera cada una de mis razones por las que soy cristiano, un vasto número de ellas serían las mismas razones por las que el Sr. Blatchford no lo es."

EL JARDÍN DE HUMO . Y OTROS CUENTOS DE INTRIGA (CHESTERTON, GILBERT KEITH)
Cuatro cuentos insólitos de Chesterton, aunque en apariencia contengan las virtualidades literarias de la intriga, eso tan querido por nuestro autor, eso que lo ha convertido en uno de los grandes autores del relato policial de todos los tiempos. Así, en Los árboles del orgullo la broma y la sátira, paradójicamente, no hacen más que ahondar en el misterio que envuelve la desaparición de cierto e importante hombre, a través de todo lo cual se vale Chesterton de una imponente batería cómica para pasar su muy burlesca revista a los poetas, los políticos y, en fin, a los biempensantes en general. En El jardín de humo, la tragedia, siempre ribeteada de comicidad y sátira, envuelve en humo de opio una pugna matrimonial librada entre el esposo, médico, y la esposa, novelista afamada, que concluye en crimen, siendo este cuento, acaso, uno de los mejores que sobre la drogadicción se hayan escrito jamás. En El cinco de espadas, la interesante disquisición filosófica de Chesterton a propósito del duelo y la esgrima, con un asesinato de por medio debido a una intriga de negocios, se resuelve en una historia de amor, no exenta igualmente de comicidad, en la que el narrador parece suscribir eso que después de Freud llamamos el triunfo de Eros sobre Tánatos. La torre de la deslealtad es probablemente uno de los cuentos más raros de Chesterton, pues deja de lado su proverbial claridad, lo directo de su prosa y lo acerado de sus diálogos, para adentrarse por predios oscuros salpicados de perífrasis y digresiones no menos nubosas pero siempre expresivas, e incluso expresionistas, a fin de contar la resolución de unos crímenes mediante un recurso propio no tanto de la literatura fantástica como de la ciencia-ficción, eso en principio tan aparentemente alejado de Chesterton.

LA TABERNA ERRANTE (CHESTERTON, G. K.)
A lo largo de estas páginas, un par de proscritos hacen rodar por toda Inglaterra, huyendo de la justicia, el último barril de ron de la isla después de que un decreto gubernamental haya ordenado el cierre de todas las tabernas en nombre del ecumenismo y el entendimiento entre culturas. Allí donde los fugitivos se detienen y abren la espita del barril, enseguida cristaliza una sociedad en miniatura, como una perla alrededor de un grano de arena. La gran carcajada que truena juguetona en “La taberna errante” es la manera de G. K. Chesterton (1874-1936), el descomunal escritor inglés, de identificar y conjurar una amenaza. Chesterton, autor de “El hombre que fue Jueves” o “El Napoleón de Notting Hill”, siempre se defendió a risotadas, porque le hacía mucha gracia no ser Dios y tener que conformarse con ridiculizar los errores y disparates de sus enemigos. ¿Y qué terrible peligro revela, pues, la irresistible comicidad de esta novela de dignos borrachines vagabundos? ¿El Islam? ¿La abstinencia? ¿El arte abstracto? Desde luego, “La taberna errante” es un formidable, hilarante alegato contra el vegetarianismo y la abstinencia, lo que ya es desafiante en un mundo monstruosamente higiénico en el que los asesinos de masas se preocupan por su silueta y el negocio farmacéutico amarga y abrevia la vida de los otrora risueños, saludables y respetables barrigones. Pero el asunto es todavía más serio. Cuando Chesterton defiende el ron, defiende en realidad las tabernas, y cuando defiende las tabernas, defiende en realidad algo mucho más universal y razonable que el ecumenismo y el entendimiento entre culturas: defiende la sociabilidad. El ecumenismo separa a los hombres; las tabernas son los lugares comunes donde se encuentran. “La taberna errante” narra este conflicto “civilizacional” –como está en boga decir hoy– entre una cultura de vínculos y una cultura de místicos, entre la raza de los racimos y la raza de las esferas. En su “Autobiografía”, Chesterton advertía lúcidamente sobre el único destino que cabía esperar si los proscritos eran derrotados y se cerraban las tabernas: “se ciernen ya en el horizonte vastas plagas de esterilización o higiene social, aplicadas a todos y que nadie impone”. Era 1934.