Charles Baudelaire fue el poeta de mayor impacto en el Simbolismo francés, y es reconocido ampliamente como el padre de la poesía moderna. Su obra principal, Las flores del mal, considerada en su época una ofensa a la moral pública y a las buenas costumbres, le llevó a ser procesado, multado y censurado. Vilipendiado por unos, elevado a las más altas cotas de la poesía por otros, vivió intensamente y acabó sus días fracasado y enfermo.La edición que se presenta al lector permite comparar las dos versiones de la obra: el texto original íntegro de 1931 y su posterior edición, que circuló durante años, modificada para eludir la censura franquista.
César González-Ruano llegó a Sitges en 1943 tras pasar casi ocho años fuera de España. Había vivido intensamente los tiempos convulsos de la Guerra Civil Española y de la Segunda Guerra Mundial en París, Roma y Berlín. A partir de estas experiencias internacionales compuso los cuentos o narraciones breves de La vida de prisa. Las historias no sólo recrean magistralmente sus propias vivencias sino que componen un fresco literario de primera magnitud de diversos sectores sociales. Se puede considerar este volumen el conjunto de relatos españoles más cosmopolita publicado en la primera mitad del siglo xx.
El 10 de junio de 1942 empezó un enigma que planearía sobre el Madrid literario de la posguerra hasta nuestros días: esa tarde, en el París ocupado, la Gestapo detuvo a César González-Ruano (1903-1965), periodista español y aspirante a marqués. ¿Por qué lo encerró en la cárcel militar de Cherche-Midi durante setenta y dos días? ¿Por qué interrogó, con simulación de fusilamiento, a un hombre que desde 1933 había cantado las excelencias de la esvástica? «No fue por robar relojes, claro está», escribió Ruano en sus memorias, donde merodea como un zorro por la verdad sin hincarle nunca el diente. «La verdad, la verdad pura, apenas sirve para nada», anotaría en su diario íntimo. ¿De qué lo acusaron los nazis? ¿Por qué nunca lo confesó? ¿Tal vez porque la verdad «apenas sirve para nada»? Ruano había llegado a París dos años antes, alcoholizado, y por primera vez en su vida dejó de escribir y trabajar. ¿De dónde sacaba el dinero para tanto viaje y tanto champán? Cruzó como un pícaro del Siglo de Oro la Europa más oscura del siglo XX, y lo más inquietante no es lo que hizo, sino la cantidad de gente que hizo lo mismo que él. Españoles turbios en el París ocupado, de derechas e izquierdas, ciudadanos de un régimen amigo de Berlín en la antesala de Auschwitz. Son muchos los periodistas, poetas y editores que han apuntado la gran sospecha: en París, Ruano se habría lucrado engañando y robando a judíos desesperados. Se rumoreaba en El Chiringuito de Sitges, donde se escondió huyendo de la Resistencia francesa. Se lo comentaban unos a otros entre las tazas del Café Gijón. Hubo quien lo relacionó con otra sospecha todavía más negra: la matanza y expolio de judíos que huían por Andorra. Pero no había una sola prueba. Y Ruano, con sus medios silencios, gozaba en secreto de su intrigante leyenda. «París en plena ocupación era más divertido que dramático», recordaba. ¿Qué hizo él en ese París tan «divertido»?