Para gente de honrada naturaleza y buen paladar, así describe Reyes estas Memorias de cocina y bodega, en cuyas páginas se toma una serie de descansos para gozar y ponderar el arte de la cocina. Lo acompañan renombrados personajes de gustos y manías ya conocidos, en algunos casos, y desconocidos en otros. Mallarmé, Cervantes, Juan Ramón Jiménez, Galdós o Paul Morand son algunos de ellos. "No veo por qué la historia de la cultura, si se ocupa del mueble y del vestido, no haya de tomar en serio la cocina", asegura Reyes. La entrada del chocolate a la mesa de Moctezuma II, la generosidad del vino español, los orígenes de la cocina mediterránea, el café de Brasil o los secretos de ciertos guisos franceses cobran relieve en estas páginas, para disfrute del lector que se anime a brindar con el Maestro. "La mejor prosa en lengua castellana del siglo XX", en palabras de Borges
La gavilla de cuentos que constituyen esta obra son una magnífica, por primeriza, muestra de la insólita y excepcional prosa de Alfonso Reyes, al punto que como dice Antonio Colinas en el prólogo, "me lleva a pensar que estos relatos comparten también las virtudes del ensayo o de la poesía. O de una erudición exquisita..."
Entre los trabajadores científicos los hay que construyen sistemas, es decir, frases, periodos, con el abecedario descubierto por otros. Tal es el caso de Newton. Pero los hay que descubren -como Galileo- las letras del abecedario. Einstein es una mezcla de estos dos caracteres. La civilización occidental no puede considerar sus conquistas en la ciencia física como sus conquistas mas plenas.
Impredecible, bellísima y dotada de un hondo sentimiento, como la música compuesta por el genial Serguéi Prokófiev, así era Lina, su musa, su amante y su esposa. Nacida en Madrid en 1897, con apenas 20 años se enamoró perdidamente del que sería su marido, del hombre y también del genio. «La princesa Linette», «mi Avecilla», como la llamaba Prokófiev, comenzó junto al compositor la vertiginosa andadura que da cuerpo a esta novela, que transcurre en los grandes escenarios del siglo XX, desde el Nueva York de los rascacielos, al París de las vanguardias y el glamour, donde la pareja formaba parte del círculo más exclusivo de intelectuales y artistas: Coco Chanel, Hemingway, Picasso, Matisse, Ravel, Diáguilev... Los años transcurrieron luminosos hasta que Prokófiev decidió regresar a la Unión Soviética, donde pretendía consagrar el éxito cosechado en el resto del mundo. Allí, tras los dramáticos tiempos de la Segunda Guerra Mundial, Lina fue acusada de «espía extranjera» bajo el terror estalinista, encerrada y torturada en la siniestra Lubianka y condenada a trabajos forzados en el gulag. Solo su fortaleza, su pasión por la vida y el amor indestructible que sentía por su marido le permitieron sobrevivir. Desbordante de talento, fuerza y carisma,Lina Prokófiev es un asombroso personajeque, con este libro, por fin recibeel reconocimiento que merece.
Exiliado durante diez años en Madrid, el mexicano Alfonso Reyes (1889-1959) protagonizó, entre 1914 y 1924, el acercamiento más profundo que un intelectual hispanoamericano haya hecho a la realidad española.
Los Reyes Católicos vivieron, como pareja, en continua tensión por las infidelidades de Fernando; Juana I enloqueció de amor; Carlos V tuvo varios conocidos bastardos, aunque no rompiera su matrimonio con Isabel; la vida privada de Felipe II, llena de amantes y de hijos, contradice su imagen pública de Rey Prudente; se sabe que el casquivano Felipe IV iba a la caza de actrices y de monjas, amó a cientos de mujeres y pobló Madrid de hijos naturales; a su vez, Carlos IV, María Luisa de Parma y Godoy mantuvieron durante años una amorosa «Trinidad en la tierra»; en tanto que a Fernando VII sus cuatro mujeres no pudieron alejarlo de sus incontables aventuras. Su hija, Isabel II, fue una amante insaciable hasta el final de sus días, rasgo que heredaron sus descendientes, los dos Alfonsos. Pero, ¿qué ocurrió con los hijos e hijas de esas uniones de la realeza? Salvo contadísimas excepciones, nunca fueron reconocidos. El destino de ellas era la reclusión de por vida en un convento; el de ellos, el anonimato. Apenas una de las bastardas tuvo cierta relevancia política, «la perfecta» Margarita de Austria, y alguno de los hombres alcanzó gran prestigio, como Juan de Austria, en el campo militar. Mención especial merece don Leandro de Borbón, quien ha conseguido por vía judicial que se reconociera su filiación del rey Alfonso XIII. He aquí una turbia historia de pasiones e intereses: monarcas de honda religiosidad, obsesionados por el pecado y convertidos en esclavos del sexo; amantes de reyes con el único propósito de enriquecerse; discretas mujeres que servían de recreo a monarcas, cuyos arrogantes hijos buscaban la gloria como generales; reinas enloquecidas por el deseo carnal, junto a hombres dispuestos a todo por mezclarse con las corrompidas dinastías... La aproximación a estos personajes y a sus trayectorias vitales constituye hoy un ilustrador complemento de las versiones oficiales, porque arroja nueva luz sobre la personalidad y las actuaciones de esos seres a quienes la suerte de su nacimiento otorgó el cetro y colocó en el trono.