LA ARBOLEDA PERDIDA es el evocador título que dio Rafael Alberti a la obra destinada a recoger sus memorias. Este primer volumen, terminado en Buenos Aires en 1959, abarca los años que van desde 1902 hasta 1931 y da cuenta de los primeros recuerdos -la niñez andaluza, la adolescencia y la primera juventud del poeta- de una existencia de enorme plenitud y riqueza, tanto en el plano vital como en el intelectual, y que abarca prácticamente la totalidad de uno de los siglos más apasionantes de nuestra historia.
La arboleda perdida I es el primer volumen de las memorias de Rafael Alberti y fue básicamente escrito en los tres primeros y difíciles años de exilio. Abarca desde 1902 hasta 1931 y en él Alberti, fiel a su recurrente vocación de pintor, traza a pinceladas un vivo retrato de su entorno en el primer tercio de siglo. Siempre con el trasfondo de los blancos y azules de su niñez, narra con ardor apenas disminuido sus fiebres adolescentes, su pasión por los colores y el descubrimiento de la poesía, los inolvidables encuentros con Lorca, Buñuel, Dalí... Un cuadro optimista y vigoroso, en el que se presienten indicios de una turbulencia que desembocará en tiempos más oscuros. La presente edición incluye veinticinco dibujos originales del autor.
Segundo volumen de las memorias de Rafael Alberti, La arboleda perdida II recoge los años transcurridos desde 1931 hasta fines de la década de los ochenta, y acaba de perfilar los avatares de una vida llena de contenido y la polifacética personalidad del poeta pintor a través de los sutiles trazos de su recuerdo. La presente edición -originalmente publicada en conmemoración del 84 aniversario del autor- viene enriquecida con veintisiete dibujos creados por Alberti, así como con un índice autobiográfico.
Homenaje a la más temprana vocación de Rafael Alberti, más tarde abandonada a favor de la poesía, A LA PINTURA poemario en el que la palabra sustituye a la pincelada, en unos casos fluida y ondulante, en otros contorsionada y llena de violentos contrastes consta de cincuenta y siete composiciones que integran un todo armónico imbuido de la presencia de efectos cromáticos, de la luz que ilumina los paisajes, del interés por las formas, la línea y el color, precedido por un tríptico en el que la impresión que causó al joven estudiante la primera visita al Museo del Prado se suma a los recuerdos del pintor adolescente. La presente edición incluye «Maravillas con variaciones acrósticas en el jardín de Miró» (1975) y otros poemas dedicados a artistas contemporáneos italianos, españoles e hispanoamericanos.
En A LA PINTURA, Alberti «supo aunar con renovada audacia, mejor que en ningún otro libro suyo, las dos vocaciones inseparables de su vida: pintura y poesía. La singularidad del libro radica no sólo en que refleja en sus versos su amor hacia la pintura, sino en el hecho excepcional de que un poeta, que también es pintor, ponga en verso su visión de este arte. A la pintura es una de las cimas literarias de la amplia obra que el poeta compone en Argentina, en donde comienza ese exilio político que durará treinta y nueve años y que lo llevará, impulsado por la nostalgia, a componer una singular obra literaria muy lejos de sus paisajes, pero deslumbrado por otros que le resultarán tan hermosos como familiares». «El espíritu de la pintura y de los pintores preside la estructura del libro, cuyos inasibles pilares se sustentan en la maestría de unos sonetos diecinueve en total dedicados al lienzo, a la perspectiva, al claroscuro, a la mano, a la luz o a la divina proporción... Conmueve advertir cómo Alberti, al igual que un delicado orfebre, engarza las palabras con tanto esmero, precisión y acierto, con tanto dominio de lo que trata, que difícilmente puede contenerse la emoción a través de su lectura, tal es su amor hacia el idioma que utiliza...»
MARINERO EN TIERRA (Premio Nacional de Literatura en 1925), LA AMANTE y EL ALBA DEL ALHELÍ son sus primeras obras, comparten una poesía de estilo popular. La gracia juguetona, el tono risueño y la delicadeza enmarcan estas composiciones dentro de la más pura lírica popular española.
Rafael Alberti es autor de una dilatada que posee como eje la oscuridad, junto a una esperanza constante de escapar hacia la luz. Dicha oscuridad se combina con un sempiterno sentimiento de desarraigo hacia el presente que el propio autor definió como ?la nostalgia inseparable?. Alberti sufrió el exilio tras la derrota de la II República en la Guerra Civil. Pero el sentimiento de exilio existía antes de abandonar España; porque, en realidad, los sucesivos paraísos perdidos que añora no son espaciales, sino temporales. Alberti es incapaz de arraigarse a su presente, en el cual no encuentra su identidad.
las Coplas de Juan Panadero (1949), de elevado compromiso político, y en las que el autor crea a ese alter ego, Juan Panadero, que consideraba representativo del pueblo español. Publicada en 1949, la obra conoció una edición ampliada (de 1977) con las coplas escritas en Roma, que reproducimos ahora como particular homenaje a nuestro poeta exiliado.
La presente antología, preparada por María Asunción Mateo, esposa del poeta y especialista de excepción de su obra, nos presenta la doble faceta de Alberti como poeta y pintor. Y establece por primera vez, dentro del estudio de su obra, un original paralelismo entre Las cuatro estaciones de Antonio Vivaldi y la carpeta de serigrafías del mismo título del poeta gaditano, cuyo cromatismo y luminosidad están acordes con sus versos.
Centrada en la unidad sustancial de la obra de Rafael Alberti, la presente antología poética, que abarca lo más esencial de la actividad lírica del autor, da cabal idea de la complejísima personalidad poética albertiana, en la que se entremezclan, se alternan y se funden, enriqueciéndose entre sí, lo popular y lo culto, los mitos modernos y los antiguos, el carácter subjetivo y la materia política, el humor y la trascendencia. Selección y prólogo de Natalia Calamai