Enrique Granados es una de las figuras más irresistibles del Romanticismo musical tardío. Tras estrenar su ópera Goyescas en Nueva York, durante su viaje de regreso a España, un submarino alemán torpedeó el barco en el que viajaban él y su esposa, y los dos perecieron en las aguas del Canal de la Mancha. Su muerte fue llorada a ambos lados del Atlántico, pues el compositor murió en la cima de su carrera, en un momento de gran creatividad. Mientras la trágica desaparición de Granados arrojó una sombra sobre el relato de su vida, esta biografía de Walter Clark revela como nunca antes se había hecho a un genio de remarcada versatilidad y personalidad, un autor que sin lugar a dudas ocupará un eminente lugar entre los grandes artistas de nuestra historia.
Durante buena parte de esta novela Gonzalo es un poetastro que quiere ser poeta y un padrastro que se comporta como si fuera el padre biológico de Vicente, un niño adicto a la comida para gatos que años más tarde se niega a estudiar en la universidad porque su sueño principal es convertirse también en poeta, a pesar de los consejos de Carla, su orgullosamente solitaria madre, y de León, un padre mediocre dedicado a coleccionar autitos de juguete. El poderoso mito de la poesía chilena un personaje secundario dice, aludiendo a los veredictos de la Academia Sueca, que los chilenos son bicampeones mundiales de poesía es revisitado y cuestionado por Pru, una periodista gringa que se convierte en testigo accidental de ese esquivo e intenso mundo de héroes e impostores literarios. «La verdadera seriedad es cómica», decía Nicanor Parra, y esta novela sobre poetas que desprecian las novelas lo demuestra brillantemente. El laberinto masculino actual, los trágicos vaivenes del amor, las familias o familiastras fugaces, la omnipresente desconanza en instituciones y autoridades, el deseo valiente y obcecado de pertenecer a una comunidad en parte imaginaria, el sentido de escribir y de leer en un mundo hostil que parece desmoronarse a toda velocidad... Son muchos los temas que este libro hermoso, contundente y desenfadado pone encima de la mesa. Autor de obras que se han vuelto emblemáticas, como Bonsái, Formas de volver a casa, Mis documentos o Facsímil, Alejandro Zambra regresa en grande a la novela con este libro que lo confirma como una de las voces fundamentales de la literatura latinoamericana en lo que va de siglo.
A casa outeirense, a tribo chairega e a nación galega representan a triple razón de vida en que Manuel María afinca o seu universo biográfico e literario.
La gran poesía francesa del siglo xx, maestra de innovaciones y de rigor, desde Mallarmé, Valéry y los surrealistas hasta Yves Bonnefoy, nos ha dado también hermosas sorpresas en las últimas décadas. Dar a conocer algunas de estas voces nuevas es el objetivo de este libro: Tres poetas franceses del siglo XXI. Si del primero de los autores recogidos en él, Bernard Noël, existe ya un poemario traducido, de los otros dos, Zéno Bianu y Jean-Yves Masson, no, de modo que su publicación constituye una novedad absoluta. La alta calidad de la obra de los tres autores y su carácter innovador e inesperado dentro del panorama literario actual aseguran, cuanto menos, la singularidad y el atrevimiento del libro en cuestión.
Rosalía de Castro, a mulher e o poeta, editado ao coidado de Elias J. Torres Feijo e Joel R. Gômez (Grupo Galabra-USC), é o estudo biocrítico completo realizado por Alberto Machado da Rosa na Universidade de Wisconsin, defendido como Tese de Doutoramento, a primeira redigida em português nos Estados Unidos. Nele estám alicerçados conhecidos trabalhos, publicados em revistas especializadas de universidades de Nova Iorque e Wisconsin, hoje considerados de referência polos rosalianistas, que contribuírom para a canonizaçom e internacionalizaçom da poetisa galega. Polo estreito relacionamento com os galeguistas e os exiliados galegos, e polo trabalho em favor do conhecimento da Literatura e da Cultura de Galiza no exterior, e em especial no ámbito lusófono, o nome de Machado da Rosa merece ombrear ao pé dos de Teófilo Braga, Teixeira de Pascoais, Francisco da Cunha Leão, Jacinto do Prado Coelho ou Manuel Rodrigues Lapa, entre outros portugueses que trabalhárom por unha maior e mais privilegiada aproximamaçom entre os povos do Norte e o Sul do Minho.
Los seis poetas Sant antologados en este libro, cuya obra se enmarca en un periodo histórico complejo donde coinciden en el Punjah indio las culturas musulmana e hindú. La poesía Sant consiguió no sólo expresar las aspiraciones La poesía sant consiguió no solo expresar las aspiraciones de las castas sometidas de la India en los siglos XV y XVI, sino alcanzar una dimensión superior como en el caso de Guru Nânak, fundador de la comunidad sikh, del místico Kabir o de la princesa Mirabai, única mujer entre los poetas Sant, que junto a Ravidâs, Tulsidâs y Surdâs, constituyen un hito incomparable y liberador en la historia espiritual de la humanidad.
El fantasma y el poeta rescata el placer de la lectura con historias sobre personas que fueron o, mejor dicho, sobre leyendas de personas; sobre eventos que pudieron o no haber acontecido de aquellos que tal vez fueron como sus leyendas los describen; sobre sueños con desenlaces reales y realidades con tramas oníricas.
Miguel Veyrat ha preferido, a lo largo de una trashumancia que incluye una década de libros, la decantación del verbo, la apuesta por lo conciso y, sobre todo, la inteligencia de que la poesía es una revelación preñada de misterio o, en la simetría en cruz, un misterio henchido de revelaciones. Una de las principales premisas de la poética de Veyrat, respirante en cada uno de sus organismos verbales, desde Antítesis primaria (Adonais, 1975) hasta La voz de los poetas (Calima, 2002), es la certitud de que la verdadera fragua del fulgor poético es enemiga de la gratuidad y del facilismo. La siembra de la luz, transfigurada en palabra silenciosa que reclama los ojos del lector para encarnar en voz, en aventura sonora, es una práctica que reconoce en los antiguos alquimistas similares motivos. El contacto de las palabras -su callada fricción en el erial de la hoja- propicia, cada vez que el poeta urde su voz, la reinvención del fuego original, cuya almendra, como la luz según la correspondiente consigna hermética, es negra. En el centro de la soledad, la comunión, el puente que cimenta la poesía. En los entresijos del barroco lacónico o barroco del silencio, como definió Francisco Umbral el arte de Veyrat en el prólogo a Adagio desolato (Endymion, 1984), sobresale la paralela génesis de un mundo imaginado por el lector. Lo diré de otro modo: cada poema de La voz de los poetas -sobre todo aquellos que se han propuesto fungir como indagación espontánea del mysterium verbal (metafísica instantánea según la conocida expresión de Bachelard)- incita a quien lo lee a la construcción, simultánea y acaso más morosa, de un escenario hipotético donde despliega sus alas otro poema, ése que nace desde los versos de Miguel Veyrat y, por ello mismo, desde sus demonios interanimantes (Pavese, Rilke o Eliot). Somos copartícipes, entonces, de un doble gozo: el poema de Veyrat y el otro poema, el que imaginamos junto con él a partir de sus versos.