La iglesia de San Luis de los Franceses está considerada como una de las obras maestras del arte barroco hispánico, sin embargo, no es un templo suficientemente conocido ni valorado por la sociedad sevillana. Era la capilla pública del noviciado de la provincia bética de la Compañía de Jesús y fue especialmente cuidada en su diseño y decoración porque la orden entendía que el noviciado era «la pupila de los ojos de la provincia». En su diseño fue crucial la labor de Leonardo de Figueroa con la supervisión de un escogido grupo de intelectuales jesuitas por lo que sintetiza las formas más avanzadas del barroco europeo con las características propias del arte andaluz, aunando movimiento y complejidad estructural con el color y la frescura de las técnicas decorativas locales. Además, desde el punto de vista cultural y simbólico, es uno de los espacios más ambiciosos en cuanto que pretende recrear un templo destinado al culto divino recuperando la morfología y la simbología del templo de Jerusalén. Como excelente edificio barroco procura persuadir al espectador y trasmitirle un complejo programa iconográfico basado en las virtudes y en los principios de la sabiduría divina. Programa y mensajes que se trasmiten a través de la arquitectura dotada de un complejo sistema de iluminación, y por medio del concurso acompasado de todas las bellas artes reunidas en su interior. Todo se ha construido siguiendo el principio ignaciano: Ad majorem dei gloriam a mayor gloria de Dios.