Anselmo de Aosta (1033-1109), santo y doctor de la Iglesia, monje en Normandía y arzobispo de Canterbury, es uno de los padres fundadores de Europa. Inmerso en la convulsa situación social y política de su época, sufrió la lucha de las investiduras, afrontó dolorosos cismas y fue testigo, a su pesar, de la primera cruzada. Frente al poder político, defendió la libertad de la Iglesia, hasta el punto de padecer un doble destierro. Asimismo promovió sin reservas la reforma de las costumbres en la vida religiosa y en la sociedad. Una de las grandes preocupaciones de este benedictino universal fue fortalecer la unidad de la Iglesia. Para ello prestó su apoyo incondicional a los papas legítimos y ayudó a clarificar algunas cuestiones discutidas con las Iglesias de Oriente. Su exposición y defensa de las verdades de la fe cristiana con ayuda de la sola razón, le señalan como el iniciador de la escolástica y de un nuevo método teológico que se sintetiza en su famosa formulación: «Fides quaerens intellectum».