Los Salmos han tenido un papel vital en la vida individual y corporativa de los cristianos. Manifiestan un abanico muy completo de emociones humanas, incluidas aquellas que nos da vergüenza expresar. Los Salmos resuenan con alegría, imploran con dolor, gimen con triste-za, se quejan decepcionados y se enfurecen con rabia. Los Padres de la Iglesia emplean los Salmos extensamente. En la liturgia los usan como himnos y como lecturas. En ellos encuentran indicios que apuntan a Jesús como Hijo de Dios y como Mesías. Los emplean también como soporte para otras enseñanzas del Nuevo Testamen-to, como consejero moral y modelos para la oración. Pero los Padres, aparte de pastoral, encuentran otros aspectos en ellos. También encuentran apologética y doctrina, como atestiguan los más de 65 autores y 160 obras citadas en este co-mentario. Entre los autores que escriben en griego destacan las citas de Hipólito, Eusebio de Cesarea, Atanasio, Basilio de Cesarea, Gregorio de Nisa, Dídimo el Ciego, Evagrio Póntico, Diodoro de Tarso, Juan Crisóstomo, Asterio el Homileta, Teodoro de Mopsuestia, Teodoreto de Ciro, Cirilo de Alejandría y Hesiquio de Jerusalén. Y entre los que escriben en latín, Hilario de Poi-tiers, Ambrosio de Milán, Jerónimo, Agustín, Arnobio el Joven y Casiodoro. Los lectores de esta selección de textos, algunos de los cuales aparecen en castellano por primera vez, encontrarán un rico tesoro de gran devoción y profunda reflexión teológica.