Toda lectura teológica supone para nosotros, creyentes cristianos, acercarnos a los contextos de marginación social desde la tradición de Jesús de Nazaret -él es el que nos ha interpretado al Dios vivo-, y en este acercamiento captar el sentido global de la implicación y el trabajo en dichos contextos. Pero no podemos acceder a los contextos de marginación sin mediaciones. La precipitación crea frustración y rompimientos si no tenemos instrumentos para orientarnos con lucidez por esos caminos.Los contextos de marginación nos llevan a un quehacer teológico que no se conforma con una lectura ética de la actuación de Jesús, sino que lleva a buscar al Dios comunidad de amor implicado en la historia de los excluidos. No se trata de una teología parcial (teología de la marginación), sino de pronunciar, con temor y temblor, una palabra sobre el Dios comunidad de amor implicado compasivamente y excluido con los excluidos, humillados y ofendidos.