La educación especial abarca un amplio abanico de situaciones cada una de las cuales requiere respuestas pedagógicas diversas; ni los ideales ni las simples situaciones curriculares bastan. Los autores nos conducen, caso por caso, hacia el lugar en el que se constituye el sujeto en su relación con el saber y con el goce. Las dificultades con que topa la acción educativa raramente se limitan a un ritmo de aprendizaje lento. Más a menudo traducen puntos de fijación que escapan a la dialéctica de las relaciones sociales. Para aprender es necesaria cierta relación con la falta en el Otro. Nada de eso podemos poner en juego si objetivamos al alumnado en un listado de capacidades y aptitudes, o si lo infantilizamos con la demanda afectiva. Alguna esperanza surge, sin embargo, al tomar en cuenta, cualesquiera que sean sus carencias, a un sujeto responsable, que tienen algo que decirnos si estamos dispuestos a escuchar. Esta es la apuesta del psicoanálisis. La palabra integración cobra un nuevo sentido y la labor educativa se enriquece con las aportaciones teóricas que permiten una transmisión de la experiencia más allá del saber hacer de cada educador.