La muerte por envenamiento en noviembre de 2006 del ex agente de los servicios secretos rusos Aleksandr Litvinenko sacudió a la opinión pública mundial e instaló una creciente sospecha de que los mismos servicios secretos pudieran estar detrás no sólo de su muerte sino de todos los terribles hechos que en vida había denunciado. La publicación en 2003 de Rusia dinamitada, co-escrito con el historiador Yuri Felshtinski, fue algo más que un ajuste de cuentas con los cuerpos de seguridad para los que Litvinenko había trabajado y que ahora le perseguían: destapó una intrincada trama de relaciones criminales e intereses corruptos dirigida a minar la carrera política de Borís Yeltsin y a preparar el ascenso a la presidencia de Vladímir Putin. A través de la investigación de los atentados contra edificios de viviendas cometidos en distintas ciudades de Rusia en septiembre de 1999, en los que murieron cientos de personas, el libro acusa directamente a los servicios secretos de su autoría, como un medio de precipitar la Segunda Guerra de Chechenia y sumergir al país en una ola de nacionalismo y patriotería. Intrépida y escalofriante, esta denuncia sobre el terrorismo de Estado en la nueva Rusia constituye uno de los documentos históricos más comprometidos de nuestra época.