Cómo se difunden falsedades en la era de Internet, por qué nos las creemos y qué se puede hacer. ¿Por qué los seres humanos aceptan los rumores, incluso si son falsos, destructivos o estrambóticos? ¿Por qué la misma historia que viaja por Internet tiene credibilidad entre un grupo de personas, mientras que otros la consideran absurda? ¿Qué podemos hacer para protegernos de los efectos perniciosos de los rumores falsos? Los rumores son tan antiguos como la historia humana; siempre hemos vivido rodeados de ellos o incluso sufrido sus consecuencias. Del mismo modo que a través del conocimiento de otros sabemos que la tierra no es plana o que la materia se compone de átomos, los rumores se propagan entre todo tipo de personas -sensatas, razonables, de izquierdas o derechas-, y están ligados a sus deseos y temores. El derecho de los ciudadanos a decir lo que piensan constituye uno de los pilares de los sistemas democráticos en que vivimos, y sin embargo, en la era de Internet, donde uno de estos bulos puede crecer exponencialmente en tan solo unas horas, es fundamental proteger a las posibles víctimas de comportamientos maldicientes. Ayudado por ejemplos de la vida real y estudios de la conducta, Sunstein aborda la compleja tarea de analizar los mecanismos que alimentan los rumores para tratar de encontrar ese equilibrio indispensable entre la necesidad de protegernos de ellos y la salvaguarda de derechos como la libertad de prensa y opinión, y así evitar que la era de la información termine convirtiéndose en la era de la desinformación.