Si hubiese que elegir un rasgo distintivo del pensamiento y la vida de Rosa Luxemburg, lo que deberíamos priorizar sería su humanismo revolucionario. Ya sea en su crítica del capitalismo como un sistema inhumano, en su lucha contra el militarismo, el colo-nialismo, el imperialismo, o en su visión de una so-ciedad emancipada, su utopía de un mundo sin explotación, sin alienación y sin fronteras, este humanismo socialista atraviesa, como un hilo rojo, el conjunto de sus escritos políticos; también su correspondencia, sus emotivas cartas de prisión, que han leído y releído sucesivas generaciones de jóvenes militantes del movimiento obrero. ¿Por qué esta figura de mujer –judía y polaca, marxista y revolucionaria, tierna e intransigente, militante e intelectual– siempre nos interpela? ¿Cómo es que 80 años después de su muerte nos sigue siendo tan próxima? ¿En qué consiste la asombrosa actualidad de su pensamiento, precisamente hoy, en el comienzo del siglo XXI? Michael Löwy