El poeta Rainer Maria Rilke tuvo, durante muchos años, aversión a la música. La tuvo porque vio en la música una seducción que podía sustraerle de su verdadera tarea, la tarea poética. Y la tuvo también porque consideraba incompatibles la música y la poesía: la poesía tiene su propia música, y nunca debe superponerse a ella ninguna melodía por eso prohibió enérgicamente que se pusiera música a sus versos. Sin embargo, en los últimos años de su vida tuvo varias vivencias que le aproximaron a la música: la lectura de Fabre dOlivet, el clavecín de Wanda Landowska, la amistad con el compositor Ferruccio Busoni cuyas teorías musicales entendió y compartió, la amistad amorosa con la pianista Magda von Hattingberg, el violín de Alma Moodie
Y en esa última etapa escribió muy bellos poemas en los que la música está presente.