«Cuando yo tenía nueve años, leí un libro sobre la vida de Don Bosco. Ese cura simpático, capaz de enfrentarse a las autoridades para defender a los chicos de la calle, me fascinaba, me hacía soñar. Estando en la universidad, la lectura de otro libro de Don Bosco me decidió a ir con los Salesianos. Y aquí estoy, intentando acompasar mis pasos a los de Don Bosco. Y redescubro, cada día, la pertinencia de sus intuiciones pedagógicas y pastorales: desarrollar en los barrios llamados “sensibles” una labor de prevención; luchar contra el aburrimiento y el abandono escolar; ofrecer, gracias a la Casa de acogida que tenemos, una alternativa a la cárcel; favorecer la diversidad social; salir al encuentro de los jóvenes que no van a la iglesia… Y, cada día, aprendo a rezar con él».