La experiencia de la repetición está en el corazón de la clínica psicoanalítica, que propone llegar a ser lo que se es como singular determinación sintomática. La pugna por el reconocimiento nunca consigue ignorar del todo la repetición y el síntoma, la soledad ante el hecho de vivir. La Historia oculta esa soledad en la universalidad de una causa final salvífica. La Historia se convierte así en el espacio de la crueldad y del daño. Repetición e Historia se contraponen. La tragedia griega muestra esa soledad del hombre ante el acontecimiento de una vida que nos enfrenta a los demás desde una soledad insalvable. El destino no es la ley de la Historia sino el carácter, como lo llama Heráclito, que hace de cada sujeto un sujeto determinado que afronta la vida sin fundamento en el desafío, y sus consecuencias, de querer vivirla. Querer vivir tu vida concreta, sin reclamar una finalidad, es el espacio ético de lo trágico. Tómate en serio la sabiduría de Edipo, nos propone Píndaro. Esa sabiduría es la dignidad del dolor y la falta de legislación del deseo de vivir. El llamado complejo de Edipo no toma en serio la sabiduría de Edipo. Nunca desaparecerá lo trágico porque nunca se podrá evitar la recóndita y silenciosa soledad del sujeto ante el dolor. Con nuestra sangre nos hablan, sea Edipo, Áyax o Antígona, o Josef K., Karl Rossmann o Gregor Samsa.