Un adolescente que pierde la vida golpeado por un tren cuando pintaba grafitis con dos amigos. Unos padres dolientes que se quedan huérfilos, con esa inmensa tristeza y ese tremendo vacío que deja la muerte. Y un libro, este, que el periodista Carlos Fresneda ha podido escribir al año del terrible accidente de su hijo para exteriorizar la pena. En Querido hijo se llora con palabras una ausencia y se habla sin tapujos del duelo y de la idea de no volver a besar a un ser querido. Una carta de amor incondicional a quien se fue demasiado pronto.
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