Durante siglos se creyó que hay un espacio en nuestro potencial de aprendizaje que salta la línea de la razón cartesiana y que nos permite acceder a otros niveles de conciencia; en Oriente saben mucho de esto. Entre la razón y la mística hay un segmento indefinido que nos pertenece por naturaleza y que Occidente lleva ahogando en los últimos siglos. En las últimas décadas hemos estado apuntando lejos, muy lejos, para buscar la espiritualidad: Yoga, meditación, chakras, mandalas… Cualquier barrio que se precie tiene ya su centro especializado, y proliferan las ofertas de fines de semana de retiro «oriental». Vivimos convencidos de que son ellos los que tienen las posibles respuestas. Sin embargo, solo tendríamos que retirar la primera capa de prejuicios para poder observar que en Occidente también hay una espiritualidad rica y compleja que se ha mantenido viva pero soterrada durante siglos y que también sabe de reencarnación, de karma y de gnosis, de todo lo que queremos traer de allí porque pensamos que nos falta aquí. La autora nos propone en estas páginas un apasionante periplo a través de esos dominios perdidos. Un viaje en el que Occidente regresa a sí mismo, sin anteojos, levantando la capa de las ortodoxias oficiales. Su lectura es una aventura enriquecedora que nos muestra cómo a pesar del intento de algunos por destruir los signos ancestrales del pensamiento hermético, este ha sobrevivido cruzando religiones, tiempo y civilizaciones.