Desde la publicación de su primer libro en 1944, España comienza en los Pirineos (reeditado por la Biblioteca del Exilio en 2008), Luis Suárez demostró su habilidad para, al tiempo que ejercer esa función de testimonio crítico que siempre exigió a la práctica periodística, trenzar un intenso relato autobiográfico plagado de hallazgos literarios. Así nos lo hace llegar en Puente sin fin. Testigo activo de la historia. Memorias parciales (2000), la autobiografía de un hombre de acción comprometido con su tiempo que hizo del puente entre las distintas orillas de su intensa vida (geográficas, culturales, políticas) el símbolo de su forma de ser y estar en el mundo. Unas memorias que desde la evocación íntima, el análisis político o la anécdota como proyección humanizada de la historia, parten del exilio como experiencia fundacional. En movimientos pendulares, estas memorias nos trasladarán de esa infancia en la que ya late la mirada curiosa y asombrada del futuro periodista a la agitada sociedad sevillana de los años treinta; de la guerra civil y los campos de concentración franceses a la solidaridad del México cardenista; de los viajes por medio mundo como reportero internacional a sus estancias en España para sumarse a la resistencia antifranquista; de la crisis del pensamiento de izquierdas a la seguridad de que los sueños de transformación son la garantía para una justicia social en la que Luis Suárez siempre creyó. Luis Suárez López (Albaida del Aljarafe, Sevilla, 1918-México, 2003) publicó en 1936 sus primeros artículos en el periódico sevillano El Liberal, inicio de una andadura que lo llevaría a convertirse en uno de los grandes nombres de la prensa mexicana. Vocación interrumpida durante una guerra civil en la que cimentó su inquebrantable compromiso con el comunismo y desarrolló una precoz y brillante carrera militar, tras la derrota republicana y su paso por los campos de concentración franceses, se exilió en 1939 en México, país al que acabaría considerando su segunda patria. Desde su llegada a México, comenzó a trabajar en algunos de los medios de prensa y televisión más importantes del país y fue pieza esencial en la fundación de la Organización Internacional de Periodistas, de la Unión de Periodistas Democráticos de México y de la Federación Latinoamericana de Periodistas. Pero, sobre todo, se convirtió en uno de los mejores cronistas de la realidad mexicana y en reportero de acontecimientos centrales de América Latina y el resto del mundo: las guerras de Argelia, Vietnam, Angola o Afganistán, la revolución cubana y la guerrilla bolivariana del Che, la invasión estadounidense de República Dominicana, Granada y Panamá, el golpe de estado militar en Chile, la convulsa historia de Haití, Nicaragua, Etiopía o Palestina? Sus magistrales entrevistas a una nómina impresionante de personalidades políticas, sociales y culturales (Ernesto Che Guevara, Ho Chi Minh, Fidel Castro, Nikita Kruschev, Hortensia Bussi, Salvador Allende, Indira Gandhi, Rigoberta Menchú, Pablo Neruda...) dieron lugar a obras referentes del género como Confesiones de Diego Rivera (1962), Lucio Cabañas, el guerrillero sin esperanza (1976) o Entre el fusil y la palabra (1980). Suárez siempre entendió su oficio como un compromiso activo capaz de provocar desde la objetividad, que no la neutralidad, la concienciación en el lector. Así lo evidenció desde su primer libro, España comienza en los Pirineos (1944), hasta títulos como Guerra en la paz: Vietnam, Camboya y Laos (1969), Los países no alineados (1974) o La otra cara de Afganistán: reportaje en el corazón de Asia (1983), y así se manifiesta en Puente sin fin. Testigo activo de la historia. Memorias parciales (2000), obra que nos brinda la posibilidad de conocer a fondo la vida de uno de nuestros mayores periodistas.