La cambiante estructura del capitalismo ha provocado que los recursos disponibles se empleen en el apoyo del proceso de mercado. La publicidad, en consecuencia, tampoco intenta vendernos bienes y servicios. A su vez, la universalidad de la publicidad y su aceptación masiva ha forzado al sistema político a adoptar el mismo molde. Las consecuencias han sido catastróficas, pues las adaptaciones institucionales de la democracia liberal y la venta de imágenes han degradado el proceso democrático y obstruido la realización de sus propios ideales.