No se puede juzgar a alguien si primeramente no se levanta acta del problema que él mismo plantea. Por eso es muy importante que se comprenda lo que la Iglesia dice ser, que lleguemos a captar cuál es la sustancia de su propuesta en el mundo. Preguntémonos entonces: ¿en qué terminos se ha entendsidos a sí misma la conciencia del pueblo cristiano, la conciencia de la Iglesia tal y como se ha estructurado en la historia? Al reflexionar sobre sí misma y sobre la naturaleza del fenómeno que representaba, ¿cuál ha sido la definición de sí a la que ha llegado? La Iglesia se pone ante el mundo como una realidad social llegna de divinidad, esto es, se propone como una realidad humana y divina al mismo tiempo. Aquí reside todo el problema: un fenómeno humano que pretende ser portador de lo divino. Y así, mediante la presencia de la Iglesia en la historia humana, se replantea con todo su escándalo el problema que Cristo suscitó. Ahora aprestémonos a analizar los dos factores que constituyen el escándalo: lo humano y lo divino que hay en la Iglesia. Para terminar veremos cómo se nos plantea el problema de la Iglesia a cada uno de nosotros: el problema de cómo verificar este pretensión suya siempre presente de ser al mismo tiempo humana y divina. Esta Iglesia, considerada no sólo genéricamente sino precisamente, en su realidad actual, la Iglesia con todo lo buyeno que inmediatamente parece decirnos y con toda la perplejidad que nos produce, con toda la reacción que nos provoca y las objeciones que despierta en nosotros, esta Iglesia de ahora, con la pretensión que tiene, ¿cómo «verificarla», es decir, cómo descubrir la verdad que encierra ante la razón y la conciencia? ¿Qué camino recorrer para ver si es atendible o no?