A causa de su enemistad con el emperador Augusto, el poeta de Publio Ovidio Nasón (43 a. C. - 17 d. C.) tuvo que pasar los últimos años de su vida exiliado en Tomos, una pequeña y fría ciudad en los confines del imperio, a orillas del Ponto Euxino, el actual mar Negro. Allí, lejos del alegre bullicio de Roma y rodeado de bárbaros, Ovidio iba languideciendo, por lo que hizo todo lo posible por procurarse el perdón imperial. Sus Pónticas fueron, además de una muestra más de su genio literario, un último esfuerzo por influir en sus amigos y otros habitantes la capital para que intercedieran por él ante Augusto. En esta colección de cartas elegíacas impregnadas de melancolía y de añoranza, Ovidio insiste en los temas de su anterior obra, Tristes, con el valor añadido de que estos ruegos cargados de dolor están a veces atenuados por la aceptación de su destino y que estilísticamente se adentran con fortuna en la senda de la fusión de dos géneros: el epistolar y el lírico.