En la Grecia clásica surgió el Síndrome de Siracusa, esa llamada de los intelectuales a colaborar con los políticos que, en muchas ocasiones, se clausuró con la decepción de ambos. Sin embargo, hasta nuestros días nunca han faltado quienes han defendido la presencia de filósofos, literatos, historiadores, teólogos... en los aledaños del poder político, argumentando que podrían aportar limpieza, independencia, libertad y principios éticos. Si bien la participación de los intelectuales en la vida política ha sido alabada e incluso premiada de una u otra manera, como señaló Pierre Bourdieu, también ha desilusionado a aquellos que desde el periodismo y la política observan la práctica intelectual como una amenaza a su monopolio sobre la opinión pública. Denunciar esa circunstancia no excluye a los intelectuales de la crítica y de la autocrítica. Bourdieu defendió que la reflexividad invectiva es un prerrequisito de toda acción política de los intelectuales, pues deben realizar una crítica permanente de los abusos de poder o de autoridad. Los autores del presente volumen analizan la relación entre los intelectuales y el poder político en la España del siglo XX desde diferentes ópticas: la generada por la esperanza y la decepción en modelos políticos; aquella surgida por el sentimiento de crisis de Occidente; la actitud de quien rechaza y denuncia los males del statu quo, aun ignorando las consecuencias de tal rechazo y los medios de traducirlo en actos; el coste de la crítica y los beneficios inesperados de las redes de sociabilidad intelectual en medio de una guerra civil.