En 1864, cuando tenía cincuenta años, su hijo le regaló una cámara. Este obsequio le proporcionó por fin un cauce para esas energías que había disipado en poemas y relatos, arreglando casas, preparando currys o entreteniendo a sus amigos. Se convirtió en fotógrafa. Toda su sensibilidad pasó a expresarse y, lo que quizá fuera más relevante, a contenerse en ese arte recién nacido. Virginia Woolf