La escritura poética de Boris Vian (1920-1959) se extiende a lo largo de dos décadas, de los primeros años cuarenta hasta finales de los cincuenta. Tan solo dos colecciones Barnums Digest y Cantinelas en jalea aparecen en vida del escritor. Los Cien sonetos que empieza a crear tal vez a finales de los años treinta y el primer lustro de los cuarenta son publicados en 1984 de la mano del editor Jean-Jacques Pauvert; los poemas agrupados en torno a No quisiera palmarla, lo hacen en 1962, con notable éxito de ventas en la década de los sesenta y setenta. Si comparamos su producción poética con el resto de su obra, puede pensarse que esta ocupa un lugar relativamente reducido. Pero lo cierto es que ya se hable de poesía, de novela, de teatro o de canción, el espíritu poético que preside el conjunto de lo escrito por Boris Vian es incuestionable. De hecho, a lo primero que debemos dar el calificativo de poético es a su vida, ahora ya perteneciente a los dominios del mito, fuertemente impulsada por un deseo transformador propio de alguien que quiere construir un mundo a su medida, que quiere hacer de la vida algo diferente a lo que llamamos realidad. Vida y obra están íntimamente unidas en Vian, el hombre se encuentra siempre detrás de su escritura, mudado a una nueva dimensión, la del yo poético, es decir, la de la vida poética.