«Quiero dar a conocer a mi país a aquel que todo lo ha visto, a aquel que ha conocido lo profundo, que ha sabido todas las cosas, que ha examinado, en su totalidad, todos los misterios. A Gilgamesh, dotado de sabiduría, que lo ha conocido todo, que ha descubierto los secretos, que ha visto los misterios y que nos ha transmitido noticias anteriores al Diluvio.» El Poema de Gilgamesh constituye, tanto por su cronología como por su contenido argumental y fuerza poética, la primera de las grandes epopeyas literarias de la humanidad. En torno al sumerio Gilgamesh, rey de Uruk, que vivió hacia el año 2650 antes de Cristo, se fue forjando un conjunto de poemas míticos que, por su indudable interés, muy pronto se fijaron por escrito en tablillas de barro para terminar por conjuntarse en un todo argumental. A partir del siglo VII antes de nuestra era, la sombra de los siglos, al tiempo que cubría las ciudades de la antigua Mesopotamia, también lo hacía con el Poema de Gilgamesh, epopeya que permanecía muda hasta finales del siglo XIX (1872), fecha en que George Smith lograba, con un desciframiento, rescatar tal obra maestra y devolverla a la Historia de la Literatura. El Poema, estructurado en doce tablillas, cuestiona los grandes interrogantes que siempre han preocupado al hombre: significado de la vida, problema de la muerte, planteamiento de la inmortalidad y resignación ante el destino. Si bien pueden desprenderse ciertas notas pesimistas, la filosofía última del Poema transmite un mensaje esperanzador: la posibilidad que tiene todo hombre de alcanzar un nombre imperecedero. La versión del Poema de Gilgamesh que este libro ofrece ha sido fruto de la confrontación de diferentes ediciones de autorizados asiriólogos.