En el diálogo platónico Ion, Sócrates niega que la actividad poética, tanto en su aspecto compositivo como en su aspecto rapsódico, constituya un conocimiento. Ajena a los principios que rigen el verdadero conocimiento el principio de especialidad, según el cual a cada téchne le corresponde una y solo una función que le es propia en un solo dominio de objetos, y el principio de totalidad, según el cual la posesión de una determinada téchne supone el conocimiento experto sobre todos los casos posibles que puedan caer dentro del dominio de objetos del que se ocupa, la actividad de poetas y rapsodas responde a la posesión de la inspiración divina (enthousiasmós), regalo de los dioses que, al tiempo que los convierte en seres divinos, los convierte también en seres ignorantes; y, en cuanto ignorantes, incapacitados para la labor educativa, que en una sociedad regida racionalmente debe corresponder a los filósofos. Sobre la naturaleza del supuesto conflicto entre la poesía y la filosofía, que Platón situara interesadamente en tiempos antiguos, no pocas claves se encuentran en el diálogo Ion, cuya brevedad contrasta con el gran interés que despertó entre comentaristas de la talla de Ficino, Bruno, Goethe, Schleiermacher o Nietzsche.