No pretendo hacer en estas páginas una crítica de la obra de Picasso. Ese trabajo corresponde a profesionales, a técnicos en arte. Lo que quisiera es sugerir a través de mis observaciones, por insignificantes que sean, un Picasso más verdadero que el que se conoce superficialmente, un Picasso sin disfraces grotescos que no corresponden a la realidad, sin ese circo que con frecuencia se monta en torno suyo. Y en estos recuerdos, en estas observaciones, quisiera no omitir ningún detalle que permita verle en su espontáneo vivir, para un conocimiento más cercano a su realidad, sin olvidar, en el gesto cotidiano, en la intención directa, en la leve sugerencia, en la palabra de una conversación, el sentido humano que Picasso pone en todo, No con la exactitud mecánica que lo haría un magnetófono ni con la interpretación de una memoria privilegia- da, sino con algo más cercano a la intención y a la emoción del momento en que fue recogido. Con estas palabras justifica Mercedes Guillén su libro, escrito no con el propósito de ensalzar la figura de Picasso -que no lo necesita-, sino de retener aquellas reacciones del pintor que, por su significación permanente, forman parte de su personalidad, pues en ellas "se encuentra lo más constructivo, lo que queda y perdura de su persona.