Joaquín Bérchez ha recorrido los espacios que Ovidio pudo haber transitado, ha recreado posibles escenarios de su exilio, ha fijado con formidables encuadres algunos testimonios de la cultura grecolatina y ha construido un relato sobre el recuerdo que los siglos posteriores han tributado al escritor; y lo ha hecho entrando en el terreno de la posibilidad. Ante el objetivo de la cámara, y ante nuestra mirada, aparece algo no buscado, algo fortuito, inesperado, y que, aunque pudiera ser insignificante en relación a su entorno, se engrandece y adopta un papel protagonista. Así, una inscripción griega de piedra sirve de refugio a una araña rumana o una modesta columna, con su capitel jónico, se yergue titubeante y tristemente orgullosa frente a la costa. Ese hallazgo de lo imprevisto, el encuentro accidental que hace posible la fotografía da lugar a una nueva percepción de lo real o a una apertura en esa percepción que desde la fotografía asalta por sorpresa al espectador y lo fascina. Esperanza Guillén.