El pesimismo es la cara nocturna del pensamiento, un melodrama de la futilidad del cerebro, poesía escrita en la tumba de la filosofía. El pesimismo es un fracaso lírico del pensar filosófico, con cada intento de pensamiento claro y coherente marchito y sumergido en el gozo oculto de su propia futilidad. Lo más próximo que el pesimismo llega a un argumento filosófico es en el jocoso y lacónico «Nunca lo conseguiremos», o simplemente «Estamos condenados».