El acontecimiento de la Resurrección del Señor es el misterio central de nuestra fe. «Si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra fe» (1 Cor 15,14). La naciente comunidad cristiana, miedosa en un primer momento, descubre la fuerza de la Resurrección y la venida del Espíritu: se abre al futuro y a nuevos horizontes. No lo hace porque se sienta fuerte e importante, sino porque ha recibido la fuerza que viene de lo alto, el Espíritu. La única manera de seguir al Maestro es realizar los signos que él hizo y lanzarse a anunciar el Reino de Dios como él lo hizo.