Joven estudiante de Bellas Artes en la Universidad de Toulouse, Fabienne Verdier emprendió en 1983 un viaje a China, donde quedó fascinada por un arte milenario: la caligrafía. No sólo era el primer occidental que entraba en la provincia de Sichuan desde 1949, sino que no hablaba chino y el partido comunista había prohibido a los estudiantes relacionarse con extranjeros. Además, la caligrafía había sido condenada por la Revolución Cultural en nombre del «progreso y la modernidad». Sin embargo, Verdier se enfrentó a todos los obstáculos y, tras una ardua lucha burocrática, consiguió que le permitieran estudiar con el profesor Huang Yuan, uno de los más insignes maestros de caligrafía, que trabajaba marginado en la clandestinidad. En compañía de Yuan, Verdier viajó a zonas del país prohibidas a los extranjeros y conoció a ancianos artistas que la iniciaron en los secretos y códigos de la caligrafía. Así, lo que había comenzado como una simple y breve aventura se transformó en un largo periodo de aprendizaje que duraría diez años, los diez años más apasionantes de su vida. Relato de iniciación que se lee como una novela de aventuras, Pasajera del silencio es al mismo tiempo un emocionado homenaje a los últimos maestros de la caligrafía y un testimonio único sobre una China desconocida para los occidentales.