Con la fotografía, el cine, la televisión, nuestra época es la de los fantasmas. Los seres no sólo pasan, sino que vuelven a pasar, pueden volver. El pasajero del tiempo es entonces nuestro contemporáneo: curado de la nostalgia de lo eterno y de las promesas de la historia, comprueba lo pasajero del ser. Sylviane Agacinski propone una ética de lo efímero que dé cuenta del presente. El tiempo mediático impone su influencia al ritmo de la vida social y política: más que sucumbir a la añoranza de las formas antiguas, la democracia deberá redefinirse teniendo en cuenta los medios de comunicación, incluso si debe destacar su derecho a la paciencia. En pleno movimiento, empujados hacia adelante, este libro nos cuestiona sobre aquello que demanda tiempo y lo que merece durar.