El objetivo básico de este trabajo del Instituto de Estudios Eco-nómicos (IEE) ha sido analizar los beneficios netos asociados al mayor uso de los medios de pago alternativos al dinero efectivo para el con-junto de la economía española. También, obviamente, para los prin-cipales agentes, pues todos esos medios emergentes (en especial los electrónicos y en particular las tarjetas o los pagos por móviles, In -ternet, etc.) se caracterizan por generar más beneficios que costes. Pero, al mismo tiempo, estos pagos, basados en Tecnologías de la In -formación y las Comunicaciones (TIC), avanzan con mayor veloci -dad allí donde son capaces de encontrar mayor número de ganado-res en los juegos de suma positiva que generan. Partía el planteamiento de este estudio de considerar que el desa -rrollo de las TIC ha estimulado un proceso de continua sustitución de los medios de pago tradicionales, como el efectivo o los cheques, por otros alternativos, como los electrónicos, y dentro de los mismos especialmente las tarjetas de débito y crédito, que llegaron a ser en España más de 70 millones y a facturar al año másde 100.000 millo -nes de euros. Los beneficios derivados del mayor uso de losme dios de pago intensivos en tecnología van más allá de la mera reducción de los costes de transacción asociados a su uso. Por ejemplo, la reduc-ción del tiempo dedicado, tanto por parte del demandante como del oferente, a los desplazamientos a sus respectivas entidades financieras para la obtención, el depósito del dinero en efectivo para llevar a cabo una transacción o la minoración de los costes propios de pro-ducción y de distribución de estos medios de pago. Así, los soportes que utilizan los pagos electrónicos garantizan mayor eficacia, eficiencia y transparencia del sistema, ya que no solo aportan al mismo más información sobre los propios costes de pro-ducción sino que, además, permiten el registro de las transacciones y, por lo tanto, una mejor trazabilidad. La veracidad y la fiabilidad de la información, variable fundamental para la toma de decisiones, contribuiría, por lo tanto, a suprimir el señoreaje y a reducir significa -tivamente el volumen de economía sumergida. Pese a las dificultades encontradas al acometer esta tarea, entre ellas la multiplicidad de costes y de beneficios que se deben consi-derar y la extensa diversidad de perspectivas en los planteamientos de la sustitución de efectivo por pagos electrónicos, el IEE ha res-pondido satisfactoriamente al desafío. Ahora le corresponde a la so -ciedad valorar y discutir los hallazgos, las conclusiones y las pro-puestas, y a sus agentes defender sus intereses y posiciones, teniendo en cuenta que el consenso favorecerá los juegos de win-winpara todos en vez de generar dinámicas de conflicto siempre perjudiciales parael conjunto. En cualquier caso, mucha es la tarea y extenso el campo de ac -tuación para que España obtenga rendimiento a la reconocida am -plitud de sus infraestructuras de pago (TPV, cajeros, móviles, or -denadores, etc.). Más necesario es conseguir el objetivo de superar también los niveles europeos en volúmenes de pagos electrónicos. El entorno o contexto es, además, dinámico; los países emergentes se mueven a gran velocidad, mientras el conjunto de Europa toda-vía sufre el la mentable retraso de duplicar los volúmenes relativos de efectivo que registran los EE.UU., donde florecen los pagos elec-trónicos también gracias a un marco regulatorio más flexible. Por estas razones, España y la Unión Europea deberían des cartar nuevas tentaciones regulatorias en áreas donde la falta de consenso arroje la sospecha de que pueda pasarse a un juego de suma negativa. Al contrario, deberían apostar con mayor claridad por el desarrollo in terno y externo de los pagos con tarjetas y similares, donde cuen-tan con bancos y operadoras de telecomunicaciones de primer nivel. Un modo fácil y rápido sería estimular la oferta y la demanda de medios de pago electrónicos con incentivos fiscales que han aplica -do ya otros países.