Un jour, en allant laver à la rivière, Madeleine Blanchet, la meunière, trouve un jeune enfant. C'est un champi, un enfant abandonné. Auprès de la jeune femme, le champi connaîtra le bonheur.
Los 20 cuentos agrupados en La Eva fantástica son un reflejo de la atracción que el tema de lo sobrenatural ha ejercido sobre las escritoras de todas las épocas. Desde Mary Shelley hasta Patricia Highsmith, estas autoras nos ofrecen una selecta muestra de la literatura de terror, misterio, aparecidos y demás seres fantásticos. Los relatos sorprenden por su gran calidad y por la variedad de temas. Entre los cuentos victorianos de fantasmas, el original El relato del oficial holandés, en el que la criatura fantasmal es un perro; el inquietante De mármol, tamaño natural, de Edith Nesbit, un cuento de corte romántico que nos seduce con el vigor de sus estatuas vivientes; o el encantador La gemela de la reina, en el que una imposible doble de la reina británica vive una vida paralela a ésta en una perdida región de la costa de Maine. De escritoras españolas, Hijo del alma, de Pardo Bazán, en el que una mujer, enloquecida por la muerte de su marido, afirma que engendró un hijo de éste después de morir; y el metafísico relato de Rosa Chacel Icada, Nevda, Diada, evocador ya desde su título. Entre las más conocidas, Isak Dinesen nos presenta una historia de hondo contenido psicológico. Por su parte, Leonora Carrington, en un cuento de delirante humor surrealista, narra cómo una chica es sustituida en un baile por una hiena. Y Muriel Spark consigue dar un vuelco al tradicional cuento de fantasmas con su Portobello Road, que gira alrededor del hallazgo de una aguja en un pajar. En suma, tradición y ruptura en unos relatos en los que lo sobrenatural se hace dueño y protagonista para remover lo cotidiano y sumergirnos en lo desconocido.
Cuando George Sand escribe Los Sueños de Simplón, han transcurrido escasamente dos años desde los acontecimiemtos de la revolución de 1848. Posiblemente, nada podía haber en aquel momento que no fuera visto y enfocado a través de lo que para la autora había sido una experiencia tan intensa: Simplón se debate entre las fuerzas del Mal, identificadas con la aristocracia, y, por otro lado, la alternativa de las fuerzas del Bien, representadas por una Naturaleza armónica de aves y vegetales capaces de luchar por mundos más justos. Pero si esto convierte al cuento en algo muy único y particular, no impide que la narración se deba leer disfrutando de lo que realmente también es, un cuento fantástico en el que los elementos maravillosos pueden dejar paso, en ocasiones, a un cierto aspecto cruel.
George Sand concibió estos cuentos para deleite de su nieta Aurore, tratando además de inculcarle unos valores que, si a mediados del pasado siglo resultaban revolucionarios, a finales del presente continúan siendo progresistas. El cuento de hadas, cuyos símbolos y arquetipos son el vehículo tradicional del acervo cultural, inconsciente pero esencial para que el individuo se integre e identifique dentro de la sociedad, adquiere, gracias a la pluma de la autora, nuevos contenidos, acordes con el carácter inconformista y creativo de ésta.
El novembre de 1838, George Sand, els seus fills i Frédéric Chopin van arribar a Mallorca. L'escriptora i el músic, que feia dos anys que es coneixien i eren amants, van viatjar a l'illa empesos per un doble estímul: l'un relacionat amb la salut, i un altre, més profund, vinculat a l'esperit romàntic d'un retorn a la natura a la recerca de l'harmonia entre uns paisatges encara verges. S'hi van estar quatre mesos, i de l'experiència en va sortir Un hivern a Mallorca, un testimoni literari que passa de l'enlluernament al desencís. Enlluernament per la meravella natural de l'illa, i desencís per les incomoditats, el menjar, el mal temps d'aquell hivern, la malaltia de Chopin, la malfiança dels nadius i la incapacitat per adaptar-se al decorat bucòlic que havien somiat.
Lavinia, publicada en 1833, es una de las primeras novelas de George Sand, y de las más hermosas. Es una novela romántica en la forma, pero no tanto en el fondo: cuando la escribió, su autora tenía ya un profundo conocimiento del corazón humano, y se muestra tan clarividente en la descripción de las pasiones femeninas como en la de las masculinas. «Nadie ignora lo que un hombre puede decir en semejantes circunstancias», leemos en uno de los momentos álgidos del relato. Sí, Sand ya conocía el lenguaje del amor, sabía todo lo que encierran las declaraciones, los juramentos, las cartas, los gestos, la impaciencia, los silencios. Sabía lo que los protagonistas (una joven de origen portugués y su primer amor: un aristócrata inglés que la abandonó años atrás) no saben todavía, lo que aprenderán a lo largo de este relato. Y estaba dotada de «genio narrativo», en palabras de uno de sus admiradores: Gustave Flaubert. En Lavinia George Sand nos cuenta un «caso» que tiene ingredientes universales, pues estaba convencida de que la mayoría de los hombres y mujeres actúan, en cualquier época y lugar, movidos por idénticas pasiones.