La llamada «comedia de capa y espada» basa su eficacia en la habilidad del dramaturgo para enredar y desenredar una trama basada las más de las veces en la confusión y el engaño. Ningún autor del Siglo de Oro fue más hábil en ese cometido que Pedro Calderón de la Barca, quien cultivó el género a lo largo de dos decenios de sostenido éxito, inaugurados de forma magistral, todavía en su juventud, con La dama duende, ameno juego de amores, dudas, osadías y desplantes que se resumen en la tramposa alacena que preside la acción dramática. Junto a una anotación exhaustiva y un estudio minucioso de las interpretaciones de la obra, Fausta Antonucci edita un texto depurado, basado en la Primera parte de las comedias calderonianas (1636) y corregido a la luz de todos los testimonios (impresos y manuscritos) del siglo XVII, entre los que destaca la versión publicada en la colección Diversos autores (1636), cuyo tercer acto, que presenta notables divergencias con respecto al de la parte, se ofrece aquí en apéndice.
El príncipe constante, de Pedro Calderón de la Barca (1600-1681), deja su huella en toda la obra dramática de su autor, aunque sea una obra temprana (1629). En ella, con la simbología y la construcción barrocas, trata el autor de la tragedia existencial del intelectual de su tiempo que, sin poner en tela de juicio ni la fe ni el concepto de Estado, teme que la vida se asiente en una ilusión, en un sueño del que, sin embargo, no puede prescindir. La profesora Enrica Cancelliere, catedrática de la Universidad de Palermo (Italia), es una importante estudiosa de nuestra literatura barroca pero, además, tiene amplia experiencia teatral y sus versiones calderonianas, entre ellas la de la propia El príncipe constante, han recorrido los escenarios europeos. Ambas prácticas, la erudita y la teatral, le han permitido hacer una ya imprescindible edición de la obra, que cumple todas las exigencias.
Ambas versiones de esta comedia se presentan por primera vez juntas en un mismo volumen, por entenderse que corresponden a versiones autoriales del propio Calderón. Incluye una introducción y un minucioso estudio textual.
Si El alcalde de Zalamea se ha mantenido a lo largo de los siglos como la más popular comedia calderoniana, es, sin duda, porque su protagonista, Pedro Crespo, encarna de modo formidable el sentimiento del honor como síntesis de la dignidad humana. Pero no bastaría ese único mérito para garantizar la universalidad de una obra que incide en un tema tópico, a fuerza de verosímil, en el Siglo de Oro español. Es el arte el que salva la comedia y la hace cada vez más viva. El rigor de los conceptos, polarizados entre Razón y Naturaleza, se encarna en una estructura dramática de gran claridad y enorme riqueza simbólica. José María Ruano de la Haza, catedrático de la Universidad de Ottawa, ha publicado numerosos estudios sobre el teatro español del Siglo de Oro y está considerado como uno de los primeros calderonistas actuales.
El libro presenta la edición de dos de las obras cumbre de la producción de Calderón de la Barca, claves del teatro clásico español y de la literatura universal. 'La vida es sueño', donde Calderón construye su personaje más universal, Segismundo, es paradigma del género de comedias filosóficas, recoge y dramatiza las cuestiones más trascendentales de su época: la libertad o el poder de la voluntad frente al destino, el escepticismo ante las apariencias sensibles, la precariedad de la existencia, considerada como un simple sueño y, en fin, la consoladora idea de que, incluso en sueños, se puede todavía hacer el bien. En 'El alcalde de Zalamea', Calderón presenta los tres en torno a los cuales giraba el teatro barroco español: el amor, la religión y el honor. El honor individual de un labrador rico y alcalde de Zalamea, Pedro Crespo, cuya hija ha sido violada por un aristócrata capitán de los tercios, se enfrenta al honor corporativo de este último, lo que representa la pugna entre la jerarquía social y la defensa de la justicia por encima de las barreras sociales.
Junto con los otros dos dramas de honor de Calderón, «A secreto agravio, secreta venganza» ha sido, durante siglos, piedra de escándalo para la crítica y la historiografía literarias. Pero hasta sus más férreos detractores en el plano moral no han podido sino reconocer en ella una de las obras maestras del teatro español por sus cualidades dramáticas y poéticas. En esta edición, la obra no es examinada como espejo de las costumbres de la época, ni como obra ejemplarizante, sino como manifestación de un género literario provisto de códigos propios. El texto ha sido cuidadosamente fijado partiendo, sobre todo, de dos testimonios tempranos -uno manuscrito, otro impreso- sin duda cercanos al original del autor.