En la plaza del pueblo siciliano de S., Salvatore Colasberna, socio de una pequeña empresa contratista y antiguo albañil, es asesinado cuando está a punto de subir al autobús que se dirige a Palermo. Los pasajeros se apresuran a huir, y nadie ha visto nada, o eso dicen. Pero las circunstancias de su muerte parecen cada vez más complejas y puede que la misteriosa desaparición del campesino Mendolìa guarde relación con el caso. El joven capitán de los carabineros de C., Bellodi, ex partisano procedente de la ciudad de Parma, será el encargado de llevar a cabo la investigación y de rasgar con su empeño el silencio plomizo de toda una sociedad. Sus lúcidas investigaciones pueden llevarle a un callejón sin salida o alejarle para siempre de sus ideales de justicia tras descubrir las graves implicaciones políticas y económicas del entramado mafioso que la omertà protege.
«El fiscal Varga andaba metido en el proceso Reis, que duraba ya casi un mes y se habría arrastrado al menos otros dos, cuando en una deliciosa noche de mayo, después de las diez y no más tarde de la medianoche según los testimonios y la autopsia, le mataron.» Así empieza Sciascia esta novela cuyo protagonista, el inspector Rogas, movido por un meticuloso rigor intelectual, se sumerge en el caso con una tenacidad casi obsesiva en busca de un asesino fantasmal, porque a este primer crimen siguen otros igualmente enigmáticos e inquietantes. Y, detrás del miedo y los silencios, omnipotente, el Poder, «que progresivamente degenera en la inexplicable forma de una concatenación que bien podríamos tachar de mafiosa». Al situar esta historia en un país imaginario donde, según Sciascia, las ideas carecen de valor, donde las ideologías se reducen en política a puras denominaciones en el juego de los diferentes papeles que el poder se atribuye y donde lo único que cuenta es el poder por el poder, pocos podrán sentirse ajenos a ella.
En marzo de 1978, las Brigadas Rojas secuestraron al político democristiano Aldo Moro y, en mayo de ese mismo año, lo asesinaron, conmocionando a toda Italia. Leonardo Sciascia, por entonces diputado del Partido Radical, participó en la comisión parlamentaria que investigó los hechos, y, en agosto de 1978, «en caliente», escribió El caso Moro. Mientras que políticos y periodistas afirmaban, cobardemente, que las cartas escritas por Moro desde el cautiverio eran obra de un loco o fruto de la coacción, Sciascia las interpretó con rigor y perspicacia. A partir de unas palabras de su amigo Pasolini, para quien Moro era el «menos implicado» de los políticos italianos, Sciascia aborda la lectura de las cartas tomando como guía el relato borgiano Pierre Menard, autor del «Quijote», y, a imitación de Auguste Dupin, el investigador creado por Poe, trata de identificarse con los protagonistas: Moro y las Brigadas. Al hilo de las cartas, reconstruye una trama de pensamientos y hechos que es, hasta el momento, lo que mejor permite comprender ese terrible episodio de la historia italiana.