Resultados de la búsqueda para: Gilbert Chesterton





PISADAS EXTRAÑAS (GILBERT K. CHESTERTON)
El padre Brown es un sacerdote enjuto, miope, de facciones redondas y apariencia normal, pero es capaz de resolver los más intrincados casos policíacos. Para ello utiliza la sutil experiencia psicológica, la deducción, la introspección, su aparente ingenuidad y la fe.

RAZONES PARA LA FE (GILBERT K. CHESTERTON)
«Creer significa admitir algo como verdadero. Creemos cuando damos nuestro asentimiento definitiva e incuestionablemente. Una opinión no es una creencia. La fe implica certeza».

EL CLUB DE LOS NEGOCIOS RAROS (CHESTERTON, GILBERT KEITH)
El Club de los Negocios Raros está compuesto por seis narraciones que ejemplifican todos los méritos que hicieron destacar la figura de Chesterton y todas ellas giran alrededor de un oscuro y pintoresco Club, para pertenecer al cual es necesario haber inventado una profesión o industria absolutamente nueva. Sobre esta base aparentemente trivial, Chesterton combina el misterio con la paradoja y el humor y consigue mantener al lector en estado «de suspensión» permanente, haciéndole caminar de sorpresa en sorpresa por los senderos de sus ingeniosas tramas e invenciones. Chesterton, que tuvo el buen gusto de prodigarse en el relato, debería figurar como miembro de honor de su incomparable Club, por haber inventado la rara industria de complacer al lector.

EL HOMBRE QUE SABÍA DEMASIADO (CHESTERTON, GILBERT KEITH)
Para Jorge Luis Borges, que no dejó nunca de leerlo y admirarlo, Chesterton fue un incomparable inventor de cuentos fantásticos: «Pienso que Chesterton es uno de los primeros escritores de nuestro tiempo y ello no sólo por su venturosa invención, por su imaginación visual y por la felicidad pueril o divina que traslucen todas sus páginas, sino por sus virtudes retóricas, por sus puros méritos de destreza.» Fiel exponente de estas aseveraciones es el ciclo de relatos agrupados bajo el título de El hombre que sabía demasiado, una de las obras predilectas de Borges, en la que el escritor británico nos presenta a Horne Fisher, un peculiar funcionario del Imperio que va tropezando a lo largo de su carrera con una serie de misteriosos asesinatos cuya solución se encuentra más allá de las apariencias. Como en la mayoría de los thrillers de Chesterton, cada relato encierra una ingeniosa paradoja sobre la condición de la sociedad o sobre la naturaleza humana. Como decía Borges, «hubiera podido ser un Edgar Allan Poe o un Kafka: prefirió -debemos agradecérselo- ser Chesterton.»

LO QUE VI EN AMÉRICA (CHESTERTON, GILBERT KEITH)
EN algún lugar cuenta Chesterton la historia de aquel hombre que salió de viaje y fue tan lejos, tan lejos, que llegó a su propia casa. Si el principal motivo para viajar es la curiosidad no hay más remedio que conceder que Chesterton debió de ser un gran viajero pues fue siempre un gran curioso. Claro que a alguien de su inmensa capacidad, para conocer en toda su profundidad el mundo le bastaba acaso, como a Javier de Maistre, con hacer un viaje alrededor de su cuarto. Chesterton no fue nunca un buen turista pero sí un excelente viajero, al menos en el sentido de que nunca pudo quedarse quieto. Lo que vi en América, originariamente publicado en 1922 y ahora por primera vez traducido al castellano, es un apasionante relato de sus visiones y reflexiones de los Estados Unidos, tanto por lo que nos cuenta el autor sobre ese país, como por lo que nos cuenta de sí mismo. Desde los primeros párrafos del libro asistimos ya, asombro y maravilla, a la interminable y deslumbrante catarata de sus juegos de ingenio: «El viaje debiera combinar la diversión y la instrucción, pero lo cierto es que la mayoría de los viajeros se divierten tanto que se niegan a instruirse.» «Muchos internacionalistas modernos hablan de los hombres de distintas nacionalidades como si no tuvieran más que reunirse y mezclarse entre sí para comprenderse mutuamente. Pero en realidad ese es el momento del peligro supremo: el momento en que se reúnen. Ya podemos empezar a temblar como ante aquel viejo eufemismo que llamaba encuentros a los duelos.» Leer a Chesterton tiene mucho que ver con ser un niño y asistir una noche estrellada de verano a un espectáculo de fuegos artificiales. Cada una de sus frases y, lo que es casi lo mismo, de sus paradojas, encierra la misma fogosidad y deslumbramiento que las bengalas que ascienden hacia lo alto y estallan con estruendo en luces de mil colores. Y si son artificiales, lo son sólo en el sentido de ser verdadero arte, es decir vida, nunca en el desmayado sentido de ser meramente artificiosas. A. L.

ROBERT BROWNING . BIOGRAFÌA (CHESTERTON, GILBERT KEITH)
CHESTERTON es conocido, sobre todo, entre el gran público, por sus relatos policiales del padre Brown y por su novela El hombre que fue Jueves, pero empezó siendo (y aún podemos seguir considerándolo así) un gran periodista, nunca del todo meramente periodístico, y un estupendo biógrafo, nada convencional ni académico. Su biografía de Robert Browning (1903) fue su primer libro importante y el que le «situó» como escritor en la sociedad literaria de su tiempo. En este volumen se retrata no sólo la vida de un poeta sino toda una época, la de la Inglaterra victoriana. Y no sólo la vida de un poeta sino «la vida», aún más extraña y casi incomprensible, de la poesía que este poeta escribió. Para Chesterton, Browning es el primer poeta moderno de la moderna literatura porque inventó todo un género, «el monólogo dramático» en el que el poeta ya no habla por boca de sus personajes sino que deja hablar a los propios personajes por sí mismos. En esos poemas, el poeta no defiende ni condena como un pequeño dios, a nada o a nadie; son sus personajes los que, al declarar su verdad o su mentira, obligan a que en realidad sea el lector quien tenga que tomar postura, quien complete y dé un sentido total al poema. Robert Browning es una de las mejores biografías que se han escrito nunca, aunque (y precisamente porque) no es sólo una biografía al uso, en el sentido de ser un simple relato de hechos más o menos históricos; el Chesterton más Chesterton, el más endiabladamente paradójico y polémico y el más angelicalmente asombrado y generoso está ya plenamente en ella para mayor gozo de sus lectores. A. L.

GEORGE BERNARD SHAW . BIOGRAFÍA (CHESTERTON, GILBERT KEITH)
G. K. Chesterton y Bernard Shaw fueron grandes amigos pero se pasaron buena parte de sus vidas discutiendo y polemizando sobre casi todo. Para Chesterton, la filosofía y la política de Shaw, así como su teatro, eran un perfecto ejemplo de las ideas dominantes en su tiempo, el emergente siglo XX, con las que estaba en franco desacuerdo. Esta biografía, en la que Chesterton se muestra más brillante y paradójico que nunca, es por tanto un ajustado y muy personal retrato del autor irlandés y de su obra dramática, a la vez que una obra de combate, en la línea de Herejes, libro en el que, por cierto, también se le dedicaba un capítulo a Shaw. Recientemente esta misma editorial ha publicado, en la colección El Clavo Ardiendo, ¿Estamos de acuerdo?, un vibrante debate entre Chesterton y Shaw con Hillary Belloc como moderador, celebrado en 1928. A. L.

CUENTOS DEL ARCO LARGO (CHESTERTON, GILBERT KEITH)
Gilbert Keith Chesterton (1874-1936) confesaba en su Autobiography (1936) que Cuentos del Arco Largo (1925) era uno de los libros que más le había divertido escribir. Se trata de una auténtica novela hecha con historias que se entrelazan, crónicas hilarantes en las que unos excéntricos que se autodenominan locos, integrantes de la Liga del Arco Largo, algo así como una asociación de fanfarrones, se empeñan en convertir en juego de niños las metas más imposibles, los retos más peligrosos. Este club de chiflados acaba por liderar una empresa revolucionaria cuyo objeto es denunciar el sinsentido propio de la política y las convenciones sociales. A través de las divertidas crónicas de esta bufa y «grandiosa epopeya agraria» Chesterton ironiza sobre el «distribucionismo», política de redistribución de tierras que defendió fervientemente en su juventud, cuyo conocido lema exigía la concesión de «tres acres de tierra y una vaca» para cada campesino inglés. Algunos fragmentos de esta novela, como el discurso del capitán Pierce en defensa de los cerdos, en el que llega a afirmar que la pocilga es «el edificio medieval más digno de la vieja Inglaterra» y a sugerir que «los huevos y el jamón deberían figurar en el escudo de armas de la Casa Real»; o como «El impresentable aspecto del coronel Crane» (una de las historias de amor más delirantemente hermosas que se hayan escrito), quedarán sin duda durante mucho tiempo en la memoria del lector.

HEREJES (CHESTERTON, G. K. (GILBERT KEITH))
En Herejes, G. K. Chesterton dibuja una personalísima crítica a las opiniones religiosas de nuestro tiempo. Dirigido al sentido común del hombre común, singular no tanto por la estricta originalidad de sus ideas, sino por su particular punto de vista, este libro de Chesterton nos conduce, con una curiosa mezcla de humor y obstinación audaz, por los caminos de una excepcional contribución a uno de los debates fundamentales del mundo contemporáneo.

EL ESCÁNDALO DEL PADRE BROWN (CHESTERTON, GILBERT KEITH)
De las historias de G.K. Chesterton protagonizadas por el padre Brown, Jorge Luis Borges dijo una vez que aún se recordarían cuando el género policíaco hubiese caducado. Pero en las historias detectivescas del padre Brown hay un rasgo que llama la atención: el protagonista no es un detective privado, ni un policía, ni siquiera un aficionado a resolver crímenes; es un sacerdote católico, toda una provocación, dado que Chesterton situó además a este sacerdote papista en plena Inglaterra anglicana, y ni siquiera se preocupó de hacerlo simpático a los lectores. Todo lo contrario: lo retrató como un personaje resabiado, de aspecto y trato corrientes, muy lejos del porte aristocrático de un Sherlock Holmes o del cosmopolitismo de un Hércules Poirot. Al final, sin embargo, da lecciones con una humildad insoportable a todos los que le rodean, ya sea la policía inglesa o las autoridades locales, y, para colmo, en nombre de la razón y de la lógica, a pesar de que casi siempre la explicación inicial del misterio sea de tipo demoníaco o mágico. El presente volumen, El escándalo del padre Brown, quinto y último título de la serie del padre Brown, reúne los siguientes casos: El escándalo del padre Brown, El «rápido», La ráfaga del libro, El hombre verde, La persecución del señor Blue, El crímen del comunista, La punta de un alfiler y El problema insoluble. Se han añadido los relatos La vampiresa del pueblo y La máscara de Midas, aparecidos tras la muerte de Chesterton.

LA ÉPOCA VICTORIANA EN LA LITERATURA (CHESTERTON, GILBERT KEITH)
Publicado en 1913 dentro de la serie de la «Home University Library of Modern Knowledge», en «La Época Victoriana en la literatura» G. K. Chesterton realiza un mordaz repaso del espíritu de las letras de este período. Pero el suyo no es un relato al uso; no podía serlo en su caso. Como él mismo dice en la obra: «lo más cerca que cualquier hombre honesto puede estar de eso que llamamos ?imparcialidad?, es confesar que está siendo parcial». Principio que aplica a rajatabla, demostrando que fue un pensador comprometido con los grandes problemas del hombre de su tiempo. Desde la primera página, ya nos anuncia que rechaza la perspectiva cronológica, para analizar y comentar la obra de autores como Jane Austen, Robert Louis Stevenson, las hermanas Brontë o Charles Dickens, entre muchos otros. Aunque su mirada va más allá de la mera observación y lo aparente, esbozando un convincente retrato de qué fueron los victorianos: hombres y mujeres que, en su opinión, se alejaron de un sentido espiritual del mundo, para ir recayendo de manera dramática en las imperturbables manos de un materialismo extremo y deshumanizador. De este modo, su cosmovisión está en la estela de otros grandes pensadores de su época quienes, aunque en ocasiones desde atalayas ideológicas muy alejadas las unas de las otras, también contribuyeron a definir el sentimiento trágico del denominado fin de siècle. «La Época Victoriana en la literatura», por tanto, trasciende su condición de texto de análisis estético y literario, para condensar las ansiedades de una generación arrastrada por una implacable sensación de decadencia.

EL HOMBRE CORRIENTE (CHESTERTON, GILBERT KEITH)
Suele escribirse que el Chesterton más divertido y discutidor fue el juvenil y primero, el de antes de su conversión al catolicismo. Equivocadamente. Chesterton fue Chesterton desde el principio, pero también hasta final. Así lo demuestra El hombre corriente (1936), el último de sus libros, o al menos el último del que corrigió pruebas, y que apareció unos pocos días después de su muerte. Y también uno de los más combativos y retadores, e incluso puede que el más quijotesco entre los suyos, por su afán en arremeter contra los molinos de la modernidad; de la modernidad entendida como un molino de viento. Chesterton defiende o ataca en estas páginas al hombre corriente, el nudismo, la vulgaridad, los grandes tontos, nuestra idea del progreso o de la educación, el patriotismo… y nos dice cosas como que existen dos tipos de vándalos: los antiguos, que destruían edificios; y los modernos, que los construyen. Existen multitud de malentendidos literarios respecto a Chesterton pero (a diferencia de lo que pasa con los escritores de moda) todos en contra de Chesterton. Muchos no leerán nunca a Chesterton porque piensan (es un decir) que fue un escritor de derechas, un amable conformista. Algunos lo seguimos leyendo porque sentimos que tras la máscara de su humorismo se ocultaba un rebelde y que muchas de sus rebeldías siguen aún vivas. A. L. Gilbert Keith Chesterton (Londres, 1874-Beaconsfield, 1936) es conocido, sobre todo, entre el gran público, por sus relatos policiales del padre Brown y por su novela El hombre que fue Jueves, pero el gran escritor inglés, destacó en todos los géneros literarios, especialmente en el menos convencional y menos cerrado (tal como convenía a su peculiarísima personalidad humana y artística), el ensayo, lo que en su caso no es sino hablar de periodismo. Porque el siempre polémico y polemista Chesterton fue sobre todo, durante toda su vida, un periodista, es decir un hombre curioso y apasionado para quien no había asunto que no pudiera o no debiera ser tema de discusión («no hay cosas sin interés. Tan sólo personas incapaces de interesarse» es una de sus frases o, lo que es casi lo mismo, de sus paradojas). En el catálogo de Ediciones Espuela de Plata y Renacimiento puede encontrarse una buena parte, además de una muy buena representación, de la obra de Chesterton. Entre ediciones de rescate, nuevas traducciones y libros inéditos en español sumamos ya una veintena de títulos, entre los que destacan los siguientes: William Blake (2007, 2010), El color de España y otros ensayos (2007, 2009), Lectura y locura y otros ensayos imprescindibles (2008), Lo que vi en América (2009), Robert Browning (2010), Chaucer (2010), El hombre que fue Jueves (2010), La cosa y otros artículos de fe (2010), Enormes minucias (2010), Tipos diversos (2011), El acusado (2012), Sobre el concepto de barbarie (2012).

LA SUPERSTICIÓN DEL DIVORCIO . SEGUIDO DE DIVORCIO VERSUS DEMOCRACIA (CHESTERTON, GILBERT KEITH)
Lo más característico de G. K. Chesterton es su capacidad de hacernos ver de nuevo y con ojos asombrados lo que la costumbre nos había vuelto invisible. Es una agilidad suya -inesperada- de ponerse y ponernos a hacer el pino para descubrir el espectáculo del mundo colgando de los aires. Si pudo revolear la rutina de la vida ordinaria, también la del ordinario pensamiento, donde la rutina es mucho más revoleable. Este ensayo nos lo demuestra sin ambages, al menos a efectos retroactivos. Puede que en el momento en que Chesterton escribió estas páginas el divorcio estuviese en el centro del debate social; hoy es algo completamente asumido incluso por quienes lo rechazan en el plano íntimo de sus creencias personales. Estas páginas vienen, pues, a reponer el divorcio en el centro de la reflexión y de la confrontación, incluso; lo que resultará vivificante. El título no deja lugar a engaños: frente a lo establecido y respetable que hoy es el divorcio, tan legalizado y consuetudinario, Chesterton se arranca con la etiqueta de La superstición, nada menos. Sugiriendo que, accidentes aparte, el matrimonio es lo sagrado, lo real, lo claro, lo permanente. E. G-M.