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UNA FIESTA PARA BORIS. EN LA META. EL TEATRERO (BERNHARD, THOMAS)
Estas tres obras son como un corte transversal al teatro de Bernhard, tres momentos, tres formas de hacer. Una fiesta para Boris es su primera obra y muestra un Bernhard ya maduro, aunque al fondo se agiten todavía Beckett, Genet o Artaud. Quince tullidos, con sus sillas de ruedas, son los encargados de mostrar (no demostrar) una tesis sencilla: las personas caritativas son las más crueles. En la meta el humor está más soterrado pero quizá por eso resulta más atroz. La novedad es que, en la figura de un "escritor dramático" que ha logrado su primer éxito, Bernhard se escenifica a sí mismo: su protagonista rezuma autobiografía. El teatrero, por último, no es más que un personaje, uno de esos personajes que han hecho famoso a Bernhard: atrabiliario, gruñón, megalómano y, sobre todo, patético. No ocurre gran cosa en escena, pero ocurre un hombre, un hombre de teatro. Una frase que se queda grabada al acabar la lectura es: "O se es un clásico desde el principio/o no se es".

EL PRESIDENTE;LOS FAMOSOS;LA PAZ REINA EN LAS CUMBRES (BERNHARD, THOMAS)
Tres obras teatrales muy distintas, que cierran la publicación del teatro de Bernhard en español. El Presidente ha sido unánimemente considerada como la pieza más ?política? de Thomas Bernhard, que no se distinguió precisamente por la claridad de sus opiniones políticas. Un trasfondo filoanarquista le sirve aquí para presentar las relaciones entre un dictador atemorizado y un pueblo que quiere respirar. De paso (como en Una fiesta para Boris) la obra refleja el abismo existente entre amos y criados, la relación más elemental de poder. Los famosos es una curiosidad bernhardiana. Thomas Bernhard demuestra su erudición, quizá excesiva para el espectador de hoy, y presenta sarcásticamente las relaciones entre la ópera, el teatro y el mundo ?real?. Los famosos es una obra maldita en los escenarios que, sin embargo, ha atraído a más de un director. La paz reina en las cumbres, por último, es un producto bernhardiano al cien por cien. Citas, sátiras y alusiones componen un texto complejo en el que la sombra de Nietzsche parece evidente. Una obra para lectores amantes de Bernhard o para los que tienen la suerte de no saber todavía nada de él.

ASÍ EN LA TIERRA COMO EN EL INFIERNO. LOS LOCOS LOS RECLUSOS. AVE VIRGILIO. (BERNHARD, THOMAS)
La Uña Rota edita, en un único volumen, el primer libro del autor austriaco, hasta hoy inédito en castellano, Así en la tierra como en el infierno (Auf der Erde in der Hölle, año 1957), así como la edición revisada de su poemario más conocido, Ave Virgilio (Ave Virgil, años 1959-60), editado por primera vez en castellano en 1988 por Península-Edicions 62. El volumen se completa con Los locos. Los reclusos (Die Irren Die Häftlinge), una pequeña joya, amalgama de poesía, prosa y teatro, editada privadamente en 1962, y también inédita hasta hoy en nuestra lengua. De Bernhard se ha dicho que es uno de los novelistas más radicales, controvertidos y adictivos del siglo XX. También se ha asegurado que como autor de teatro está a la altura de dramaturgos como Bertolt Brecht o Samuel Beckett. Sin embargo, muy poco se ha dicho de su poesía. Una poesía que el propio autor reconoce influida por T.S. Eliot, Georg Trakl, Paul Éluard, César Vallejo o los españoles Rafael Alberti y Jorge Guillén, y que empieza a cobrar forma en el momento en que, con diecisiete años y tras un resfriado mal curado, le diagnostican sarcoidosis, enfermedad que ataca al sistema linfático y agujerea los pulmones, y que lo acompañará hasta el final de su vida, el 12 de febrero de 1989. Esta edición pretende subsanar esta laguna en un país en la que está traducida gran parte de la prolífica obra de este autor. El debut como escritor de Bernhard se produjo en el año 1957con el libro Así en la tierra como en el infierno, poemario que tuvo una positiva acogida y fue objeto de elogios, incluidos los del escritor y dramaturgo Carl Zuckmayer, quien no dudó en afirmar que los poemas de este joven autor contenían “los rasgos distintivos de la gran poesía moderna” y representaban “el descubrimiento más grande de la última década en nuestra literatura”. El propio autor reconoce en El frío, en el año 1949, año su ingreso en el sanatorio de Grafenhof, que sus poemas tenían para él una importancia vital: “aunque no tuvieran valor, lo significaban todo para mí, nada significaba más para mí en el mundo, no tenía nada más, sólo la posibilidad de escribir poemas”. La pieza que cierra el libro es un excelente texto de Pilar Campos Gallego sobre la enfermedad y Thomas Bernhard, en relación con la experiencia vital de un lector cuando descubre por vez primera uno de sus libros. El volumen se abre con Aquel hombre azotado por tempestades, una conferencia de Bernhard pronunciada en Salzburgo en 1954 e inédita en alemán hasta 2009. Publicada en la revista Die Zeit, se trata, probablemente del único documento donde plasma su concepción de la poesía y, con sólo 23 años, le revela como un escritor en prosa temprano y vigoroso. En el texto, el autor define su relación e identificación con el poeta francés y contiene valiosas reflexiones sobre la idea de literatura que tenía Bernhard, algo acerca de lo cual muy raras veces se expresó en forma teórica. A propósito de Rimbaud, afirmó que “su literatura era una religión única, evidentemente universal, históricamente libre, independiente, sin refinar, que triunfaba en medio de la suciedad y los zapatos destrozados. ¡Y esa religión suya lo hizo también fracasar, lo hizo hincarse de rodillas!...”. Bien podría aplicarse esto mismo al propio Bernhard.

EL ITALIANO (BERNHARD, THOMAS)
En verano de 1970, y tras vencer sus personales reticencias, THOMAS BERNHARD (1931-1989) aceptó rodar bajo la dirección de Ferry Radax un monólogo acerca de sí mismo sentado en un banco de un parque de los alrededores de Hamburgo. El resultado de esta experiencia convenció hasta tal punto al autor austriaco, que le llevó a escribir para Radax un guión basado en un fragmento escrito en su día y titulado EL ITALIANO. Traducido por Miguel Sáenz, el presente volumen reúne, en secuencia cronológica, el fragmento, un extracto del monólogo del parque, la nota en que el escritor explica su decisión y, por ultimo, el peculiar guión elaborado por Bernhard, que, impregnado de su estilo, se convierte en pieza literaria autónoma al tiempo que redondea la sombría historia latente en las líneas que le sirven de origen.

EL FRED . UN AÏLLAMENT (BERNHARD, THOMAS)
Amb el que n’anomenaven ombres dels meus pulmons va caure també una ombra sobre la meva existència. Grafenhof era una paraula espantosa, allà hi imperaven absolutament i amb total immunitat el metge en cap i el seu assistent i l’assistent de l’assistent, i les condicions horroroses per a un jove com jo d’un sanatori públic per a tuberculosos. Buscant ajuda, en canvi, aquí no m’enfrontava a cap altra cosa que a la desesperació, això va ser evident ja en els primers instants, en les primeres hores i de manera encara més insòlita en els primers dies. L’estat dels pacients no millorava, empitjorava amb el temps, també el meu, temia haver de seguir exactament el mateix camí que aquells ingressats abans que jo a Grafenhof, en els quals no hi llegia més que la desesperança del seu estat, en els quals no hi podia estudiar cap altra cosa que la decadència.

IMMANUEL KANT Y COMIDA ALEMANA (BERNHARD, THOMAS)
Immanuel Kant no es la obra más conocida de su autor, pero sí, desde luego, la más cómica. Todo es en ella anacrónico y disparatado, pero sería un error pensar que se trata sólo de una sucesión de chistes de loros en la cubierta de un transatlántico de lujo que se dirige a Nueva York. Bernhard ?como antes sus compatriotas Raimund o Nestroy? sabía ofrecer las cosas más atroces envueltas en carcajadas. En cuanto a la serie de siete dramolette que encabeza Comida alemana, Thomas Bernhard utiliza ese género breve, en el que fue maestro, para decir barbaridades de los alemanes. Los tres primeros, escritos en dialecto cerrado de la Alta Baviera, exigen una difícil opción para ser representados (utilizar un dialecto español existente, inventarse un dialecto nuevo o resignarse, como se ha hecho aquí, a un español más o menos coloquial), pero los cuatro restantes sólo requieren talento.

UN NEN (BERNHARD, THOMAS)
A l’edat de vuit anys, amb la vella bicicleta Steyr-Waffenrad del meu tutor, el qual en aquella època estava de servei a Polònia i a punt de marxar sobre Rússia amb l’exèrcit alemany, vaig fer la meva primera volta sota casa nostra al Mercat dels Coloms de Traunstein, en un despoblat d’un migdia provincià conscient del seu valor. Després d’haver trobat el gust a aquesta disciplina per a mi completament nova, aviat vaig sortir pedalejant del Mercat dels Coloms i vaig travessar la Schaumburgerstraβe fins a la Stadtplatz per, després de dues o tres voltes a l’església parroquial, prendre la decisió temerària i, com es podria veure més tard, fatal, de visitar amb la meva bicicleta, que, com jo creia, ja dominava francament a la perfecció, la meva tieta Fanny, que vivia prop de Salzburg, gairebé a trenta-sis kilòmetres, en un jardí florit cuidat amb molt amor petitburgès, la qual els diumenges feia una carn arrebossada molt popular, i que em va semblar l’objectiu més apropiat per fer la meva primera excursió...

EXTINCIÓN (BERNHARD, THOMAS)
La última obra en prosa de Thomas Bernhard es también la más extensa. El narrador, Franz Josef Murau, de 46 años de edad, padece la obsesión por el origen, una especie de «complejo de lugar natal» que bien podría describirse con un sólo topónimo: Wolfsegg. Allí creció Murau, y contra Wolfsegg -exactamente en la dirección opuesta- tuvo que desarrollarse, a fin de preservar la existencia de su espíritu, huyendo de su tierra. Instalado en Roma, no desea volver a poner los pies en Wolfsegg, pero el destino lo obliga: sus padres y su hermano fallecen en accidente de automóvil. La nueva instancia en el lugar más detestado le hace comprender la necesidad en que se halla de superar el odio a su origen. Quizá pueda curarse escribiendo sobre Wolfsegg. Sus apuntes llevarán el título de Extinción, porque sólo existen para aniquilar el tema de que se ocupan, para dejar sin raíz ni sentido todos los significados de la palabra Wolfsegg. El medio estilístico de que se sirve Murau para lograr el exterminio es la exageración: un arte que también Thomas Bernhard ha llevado a sus extremos más perfectos.