La idea motriz de este libro fue desde un principio reflexionar a través del diálogo entre la palabra y la imagen, sobre los límites y las contradicciones que acompañan al autorretrato o a su equivalente en la escritura poética, la autobiografía. Dos artistas contemporáneos, cada uno aprendiz perpetuo de su propio oficio, intercambian experiencias de desconcierto, quizá con la secreta esperanza de encontrarle un sentido a un mundo que nunca lo tuvo; que cuando sienten miedo emborronan cuartillas o disparan la cámara para intentar entender qué sucede y por qué. A veces uno descubre sus demonios en lo que hace o dice el otro; a veces, ni siquiera eso. El diálogo, sin embargo, deja abierta la puerta para seguir adelante.
Siempre que hay mediación tecnológica solo existe, en términos de relato audiovisual, la parte de realidad que puede ser captada con los medios disponibles. La técnica determina también qué entendemos por realidad y qué realidad puede ser documentada y mostrada. La realidad es muda o bien habla demasiado, pero no sobre lo verdaderamente relevante. Hay que sacarle las palabras a la fuerza. No nos referimos solo a plantear las preguntas adecuadas a las personas adecuadas, que normalmente no tienen el más mínimo interés en desvelar información sensible. A la realidad se le hace hablar también mediante la edición y la narración, por no referirnos a la propia lógica de un dispositivo tecnológico culturalmente condicionado. A este ensamblaje de fragmentos lo denominaba Abraham Moles " creatividad " . Por eso el escocés John Grierson, uno de los primeros y más influyentes documentalistas de la historia del cine, definía el documental como el tratamiento creativo de la realidad.